Evitar el péndulo entre extremos beligerantes
El último juicio a responsables militares de la dictadura que, con complicidad civil, resultó la más desastrosa y cruenta de las sufridas por nuestro país, puede servir para cerrar la etapa cumplida bajo la consigna necesaria de “memoria, verdad y justicia”. Por la complicidad citada de grupos influyentes del orden económico, jurídico y mediático, cuando no por la adhesión o indiferencia de vastos sectores de la sociedad, el juicio histórico será sin duda más amplio, abarcando especialmente a los que especularon y medraron con el telón de fondo de la violencia fratricida.
La clave ahora, si hemos aprendido algo de la lección del sufrimiento y el desgarramiento de nuestra comunidad, es no exacerbar los sentimientos y resentimientos que suelen desembocar en el determinismo trágico y sin destino de las luchas internas. Es decir: no reiterar el péndulo entre extremos, que ha frustrado recurrentemente gran parte del potencial nacional en dos siglos. Tal es el reclamo masivo del festejo pacífico y ejemplar del bicentenario, que sólo pueden desoír los sectarios y los provocadores, alejados por igual del concepto superior del bien común.
El setenta tuvo el mérito innegable de una generación jugada a lograr la libertad y la realización de la patria, en una épica aún no igualada por otras promociones argentinas, como lo reconoce incluso la juventud que accede hoy a la mística de la militancia. Pero sus protagonistas debemos admitir, con autenticidad ética e intelectual, que esa década exhibió también las desviaciones y conflictos entre los grupos extremos de “apresurados y retardatarios”, que paradójicamente coincidieron en demostrar que la democracia no sólo es amenazada por la dictadura, sino también por la anarquía.
Vale la pena recordar que Perón regresó en 1972 como prenda de paz, para poner en marcha un proceso primero de reconstrucción y luego de liberación nacional. Esta secuencia era fundamental, porque como lo aclaró muchas veces, no se podía liberar lo que estaba destruido. La herramienta estratégica de tal proceso era la unión nacional, convalidada en la contienda electoral sin proscripciones de 1973 por más del 60% de los votos; y ratificada paralelamente en la mesa de la concertación por el 90% de la representación política y social de la república.
Si se repasan los logros económicos y de la política exterior soberana de este breve período de gobierno, tan acotado por los graves problemas de salud del líder, es imposible no asombrarse. Recuperación productiva y del empleo; control inflacionario; desendeudamiento externo; política latinoamericanista; apertura a Cuba, China, Rusia y la Europa Oriental , etc. Así como es difícil de entender la actitud de los sectores que, por ángulos opuestos, pretendieron disputar la conducción intransferible -como se demostró luego- del movimiento popular más grande del continente.
La perspectiva se agranda, sin caer en una apología indiscriminada, al recordar que eran tiempos de un imperialismo manifiesto, con múltiples intervenciones militares estadounidenses cubiertas y encubiertas. Y con su “doctrina de la seguridad” que, en nuestra región, se expresaba en los golpes de estado que cercaron prácticamente a la Argentina , y fueron precursores de la ruptura constitucional de 1976.
Aprender de la experiencia viva del pasado
Habida cuenta de las diferencias de circunstancias y formas de dominación y dependencia, existen varias similitudes útiles para profundizar la reflexión sobre la actualidad. Por supuesto, hoy es el imperio globalizado de las transnacionales, “justificado” y alentado por las corporaciones mediáticas y sus campañas de desinformación y operaciones psicológicas a escala; en un mundo donde la lucha es por los recursos naturales y el trabajo, que resultan vitales si se los sabe aplicar al desenvolvimiento nacional y regional.
Aquí también, entonces, hay una secuencia: primero el crecimiento económico y luego el desarrollo integral, porque nada se puede desarrollar sobre la base del vaciamiento y la entrega, como en las décadas del 80 y 90 regidas por las imposiciones neoliberales de Washington. Por eso lo importante, junto con defender lo alcanzado, es discernir cuando culmina una etapa y comienza otra, haciendo un esfuerzo de pensamiento y voluntad política para trascender las tareas tácticas y de administración pública con la creatividad exigida por la estrategia pendiente.
En el plano económico, y en una aplicación de los términos sencillos de nuestra breve evocación histórica, los “retardatarios” son hoy los que se reducen a la primera etapa, de crecimiento económico, cuyos beneficios suelen absorber mayormente los grupos concentrados que explotan al máximo nuestras ventajas comparativas. Y los “apresurados” son los provocadores que no dan tiempo ni espacio al gradualismo de la soluciones de fondo, que sólo aporta el desarrollo; poniendo en riesgo la paz social con una serie de ocupaciones y choques, que cuestiona de raíz todo balance mínimo de deberes y derechos en una comunidad civilizada.
En el plano social, y como el crecimiento no se transforma por sí en desarrollo, queda claro el trabajo de formación y capacitación que hay que realizar, para forjar los recursos humanos compatibles a un cúmulo de emprendimientos productivos de toda índole. Por eso se dice, con razón, que el único progreso social sustentable es el impulsado por la educación, y el horizonte abierto en el empleo y la calificación laboral y profesional.
La responsabilidad de los actores sociales
La Presidenta ha venido predicando la necesidad de superar el concepto de crecimiento económico, más allá del aumento notable del consumo, por la inversión productiva y la iniciativa empresaria en proyectos de desarrollo a la medida de las posibilidades del país. Lo ha hecho en los foros tripartitos por ramas de la producción; señalando que el marco macroeconómico favorable ofrece las garantías para dar este nuevo paso, fundado en el nivel de reservas, el superávit comercial y fiscal, las expectativas del comercio exterior y la capacidad de los trabajadores y los técnicos argentinos.
Por lo demás, ha señalado lo pernicioso de una puja irracional de precios y salarios, recordando el aforismo de que los primeros suben por ascensor y los segundos por escalera, en las estructuras perimidas de una distribución desigual de la riqueza.
Como la evolución sindical argentina, aún de los gremios más pequeños o alejados, no admite lucrar con la ignorancia de la ecuación económica y las reivindicaciones legítimas, el planteo razonable de toda negociación es la mejor contribución a la dinámica del equilibrio social. Porque hay una fuerza considerable, con muchos cuadros capaces y buen nivel de disciplina y movilización, como para atender con pareja eficacia la coordinación del Movimiento Obrero Organizado en sus correspondientes objetivos políticos y sindicales.
Si éste es un dato singular e insoslayable de nuestra realidad, la problemática social parece correr por los bolsones de miseria que no ha conseguido incluir en el sistema el simple crecimiento económico, y que exarceba cierta ostentación del consumismo. Resulta que, en esta nueva situación, la asistencia estatal no alcanza para cubrir las carencias de los sectores excluidos; sin contar que este asistencialismo, al principio de buena fe, al extenderse en forma indefinida, alienta el conocido esquema oportunista del “clientelismo político”.
La contracara del clientelismo, a menudo ejercido en la base por punteros de ambigüedad ideológica, es un ánimo generalizado de pasividad crónica, que se transmite en algunos casos por vía familiar, fomentando una expectativa de supervivencia centrada sólo en la ayuda estatal y la solidaridad comunitaria. El uso y abuso de este método, que por definición es adverso a la dignidad del trabajo, trae en momentos de saturación la extorsión de la violencia marginal, sea espontánea por desesperación social, o incitada por agitadores.
Un problema complejo de inseguridad
Se completa así un problema de inseguridad, ya difícil de encarar ante el viejo nudo gordiano -de la colusión entre la inoperancia política, la venalidad judicial, la corrupción policial y el crimen organizado- al que ahora se agrega un panorama incierto de violencia y contraviolencia vecinal. El hecho desborda las mutuas acusaciones entre funcionarios de distintas jurisdicciones, que terminan por afectar a toda la política como arte de conducción social. Y también, las advertencias sobre conspiraciones, siempre posibles, aunque difíciles de judicializar.
La solución, más bien, debe darse en tres ejes convergentes. En el largo plazo, una política de distribución poblacional y asentamientos productivos en un territorio nacional de contrastes y grandes vacíos demográficos. En el mediano plazo, un plan extraordinario y racional de construcción de viviendas e infraestructura, aplicando parte de las reservas acumuladas a potenciar esta “industria de industrias” e incorporar, a la vez, patrimonio inmobiliario. Y en el corto plazo, restaurar el orden sin amagar con la abstención de la fuerza pública, porque ésta es distintiva del ejercicio del gobierno como obligación ineludible.
Una estrategia de aplicación siempre legal y gradual de esta fuerza es loable, si va acompañada de otras medidas complementarias de la acción civil y humanitaria; y si se realiza la labor persistente de identificar, aislar y sancionar a las conductas criminales. Sin embargo, hay que distinguir la prevención, la prudencia y la moderación de toda actitud ambigua, para no incitar a una violencia mayor o permanente por las contradicciones políticas y técnicas del mando.
En lo integral del concepto, podría estar de acuerdo si, definimos detalladamente todas las partes de este Plan.
ResponderEliminarNo creo posible llevar adelante planes de desarrollo con "Clientelesmo"; nuestro Lider en su discurso a la CGT en l decada del 70 le dice muy claramente que, cada argentino debe producir por lo menos lo que consume (La Sociedad Organizada); por supuesto, esto no regala votos en un pueblo de la naturaleza del nuestro.
En lo macroeconómico, la voracidad fiscal nos ha llavado a tener un IVA distorcionador de la economía, si tenemos capacidad de administrar (sin robar), no podemos cobrar impuesto al trabajo, y ese IVA se cobra sobre el COSTO LABORAL, por que en el total de la factura, va incluido ese costo y si tenemmos capacidad de administrar, y gestionamos responsable y ordenadamente, esa diferencia se puede trasmitir a los salarios y consecuentemente el trabajador gana mas, al ganar mas gasta mas y de ello surge trabajo para aquel que tiene que producir lo que este gasta; no solo el trabajador vive mejor sono que otro tiene trabajo y por ello hay otra fuente de recaudación impositiva. Si aceptamos el camino mas corto, es que no pensamos en el trabajador sino en el recaudación impositiva.
Es identico el razonamiento cuando hablamos de SEGURIDAD, seguimos aferrados a las accines estáticas, estas no dan demasiados resultados en la prevención del delito, pero si pemiten recaudas con el sistema de multas (mayor recaucación con menor esfuerzo). Ya en 1936 se habia descubierto que la movilidad permitia capacidad operativa, el patrullaje hce que la fuerza pública tenga presencia en la calle y a su vez sorprenda la falta o, lo que es más, el delito, por supuesto, esto es gasto no rcaudación y por ello puede ser una propiedad menos para un funcionario corrupto.
Nuetro estado tiene la misma recaudación de Suiza y Canada pero el resultado fluye hacia el beneficio de los que no trabajan y de algunos oportunistas de la politiquería.
Con esta sintesis quiero mi estimado Jullian invitarte a cambiar ideas, soy Justicialista de CONDUCCION POLITICA y SOCIEDAD ORGANIZADA, o sea, doctrinario.
Miguel Angel Gómez
marghalcon@yahoo.com.ar