jueves, 27 de junio de 2013

LA CONSTRUCCIÓN POLÍTICA QUE FALTA



LA CONSTRUCCIÓN POLÍTICA QUE FALTA



La política verdadera exige una conducción persuasiva y sincera

La recuperación de la política como factor democrático recién constituye un logro cuando significa conducción, en tanto categoría doctrinaria de contenidos esenciales para transformar positivamente la vida de la comunidad. Por el contrario, pierde sentido y jerarquía social en la simulación, el retroceso o el estancamiento. Conducir es así equivalente a liderazgo persuasivo y efectivo en cuanto a planificación estratégica, trabajo sistemático de equipo y control de gestión; y no meros discursos de anuncios repetidos y relatos engañosos que, en nombre de una revolución imaginaria, frustran la evolución posible y necesaria del país.

Es sabido que la simple “politización” no conlleva elevar la cultura política comunitaria que requiere otros ejemplos y actitudes, más allá del personalismo excesivo, la retórica saturante y polarizante y las mañas del viejo y nuevo sectarismo. La burda “masificación” que resulta de una costosa propaganda con fondos públicos, niega la educación cívica con consignas triviales, descartando el proceso metódico que convierte la masa inorgánica en pueblo organizado, con estructuras propias de participación consciente y activa en la concreción de sus aspiraciones.

Allí nacen las organizaciones libres del pueblo, que lo son precisamente por autoconvocatoria y gestión autónoma, y no por la manipulación de supuestos “planes” y “cooperativas” producto de la corrupción de malos funcionarios y punteros. Situación que exige ahora la construcción orgánica que falta para encuadrar a vastos contingentes de argentinos en unidades territoriales humanizadas, con condiciones de arraigo y trabajo digno, fortaleciendo la democracia real desde la base misma que la constituye.

Es decir, un régimen de gobierno que no sólo sea “del, para y por” el pueblo, como reza el postulado tradicional, que a veces resultan palabras vacías, sino un gobierno “con” el pueblo. Una vía genuina para el protagonismo sostenido de una ciudadanía esclarecida que demande superar la apariencia de un modelo “inclusivo”, haciendo finalmente realidad el desarrollo integral postergado de una Argentina plena de educación, producción y justicia.



Una fuerza legítima, alternativa y de consenso

La larga crisis de representación en las instituciones y de representatividad en los dirigentes, está provocando una pérdida de confianza en el sistema democrático que tanto nos costó recuperar. La pasividad del poder legislativo y las falencias del poder judicial, aumentan el vacío orgánico-funcional en el marco republicano. Vacío ocupado por la prepotencia del poder ejecutivo y su réplica en la desarticulación de la sociedad civil, expresada en la indiferencia disimulada como actitud independiente, la anomia en el comportamiento colectivo, y una tergiversación de la militancia, rentada por el oficialismo, como escenografía mediática.

Para revertir esta decadencia peligrosa, hay que aprender a pensar de un modo diferente: con percepción sólida y estratégica y no de manera oportunista o superficial. Partir de una posición definida y firme, sin embargo, no entraña exagerar la confrontación permanente, como lo  viene haciendo cierta dirigencia sin equilibro psicológico y con el asesoramiento nefasto de los “sabios ignorantes”. Mezcla explosiva de la arrogancia política con la estafa intelectual del neomarxismo y del neoliberalismo, que se combinan bajo cuerda para atacar al peronismo desde dos extremos alejados por igual del Proyecto Nacional.

Por lo demás, la tolerancia que todos debemos defender en la coexistencia política, no excluye la “lucha por la idea” que admite rivales ideológicos y adversarios electorales, pero no determina “enemigos” a desaparecer: ayer por la muerte física de los extremismos de distinto signo, hoy por la muerte civil de la discriminación, la censura y el abuso de poder con el aparto estatal y sus agencias. La política, entonces, para merecer su alto concepto, necesita explicar, discernir, debatir y llegado el caso saber acordar siguiendo siempre la razón del bien común.

Son algunas de las causas principales que obligan a retomar la acción política con principios, valores y modos de acción adecuados. El ciclo declinante de un “modelo” agotado que se prolonga demasiado sin abrir nuevas expectativas, no concluirá por sí ni por reacción espontánea. Hay que imaginar, convocar y articular una fuerza legítima, alternativa, con suficiente consenso e impacto para decidir la tendencia general a un cambio democrático. Si está claro el vacío que hemos descripto, tanto en el oficialismo como en la oposición, nuestra militancia tiene que comenzar a llenarlo, cada cual en la medida de sus roles y capacidades, que siempre serán complementarias en una construcción de conjunto.


El pluralismo de participación directa

El motivo para una renovación profunda de la democracia argentina, se incentiva con la irritación causada por el autoritarismo omnipresente, la mediocridad obsecuente, el caudillismo feudalista y el asistencialismo venal. Supone un esfuerzo que únicamente puede nacer de los anticuerpos existentes en las idiosincrasias territoriales y en los pueblos y gobiernos locales, para salir del maltrato de los círculos dominantes y potenciar la autodeterminación en la comunidad organizada. Especialmente, cuando es posible seguir la orientación de liderazgos exitosos, ya que el mensaje político, en la crisis de confianza, sólo es creíble por el testimonio de las obras concretas.

No hay tiempo suplementario para reiterar promesas incumplidas, adoptar dobles discursos y simular la falta de conflictos con expresiones de deseo banales y ambigüedades. La evaluación que podrá devolver transparencia a la política será la más cercana y solidaria con el terreno de acción, desde donde hay que reconquistar, hacia la dimensión tan vasta de país, los principios irrenunciables de la libertad de expresión y la igualdad ante la ley, para acabar con la sumisión del pensamiento y la impunidad de los infiltrados y corruptos.

En este aspecto crucial, el municipio representa la célula primaria del gobierno de las comunidades, que dio lugar a los primeros ensayos de convivencia regulada por normas comunes; y luego, con la evolución de la conciencia colectiva, a las experiencias iniciales de deliberación y participación del pueblo e instalación de los tribunales de justicia. El instinto gregario se perfeccionó con la reflexión social para relacionar, sin falsos intermediarios ni criterios abstractos, las necesidades cotidianas con las propuestas creíbles y las soluciones factibles, en un proceso descentralizado que rechaza por impropia la concentración discrecional del “mando”.

En la problemática presente, esta relación directa e intransferible es la única garantía de coordinación entre gobierno local y desarrollo real  apropiado a cada espacio específico. La democracia local, por otra parte, no rechaza la excelencia ya que debe promoverla porque se juega con ella el acceso a los beneficios de la economía y la tecnología modernas. Progreso  interferido perversamente por una globalización asimétrica, que aliada en lo interno a un simulacro de revisionismo histórico, niega en la práctica el federalismo político y económico más elemental.


Proyección zonal y regional de gran municipio

Nuestro enfoque destaca en principio las posibilidades del vecinalismo como sentido de pertenencia, que al fomentar las tendencias asociativas de los ciudadanos y las familias que habitan un mismo distrito, teje los lazos primordiales de conocimiento, amistad y solidaridad recíproca. De este modo, se hacen las cosas necesarias con la iniciativa de  todos y el apoyo comunal, realizando la imprescindible acción civil directa de la participación compartida.

Pero el vecinalismo, como núcleo de origen, suele estar limitado para proyectarse como gran municipio, en los ejes de integración zonal y regional intermunicipal. Esto es así, a veces sin darse cuenta, cuando el vecinalismo primario queda encerrado en un criterio antiguo y fragmentario que, al sobreactuar el localismo, cae en el aislamiento y la falta de políticas públicas de aprovechamiento múltiple por varias localidades.

Estas herramientas de nivel estadista, y no la improvisación sobre la marcha, son las únicas metodologías que trascienden hacia las soluciones de fondo, abarcando todas las perspectivas y posibilidades que, armonizadas e integradas con inteligencia, pueden aumentar el peso de nuestra acción transformadora y mejorar la vida de la gente en forma expeditiva. Es un paso insoslayable, dentro de la defensa institucional de la democracia, despreciada por algunos tránsfugas, para restaurar el necesario equilibrio y ordenamiento territorial, cuyos graves problemas de servicios públicos, transporte ferroviario, provisión eléctrica y seguridad no pueden encararse sin planes operativos desplegados a escala adecuada de espacio y tiempo.

Entre compañeros de militancia, ansiosos de salir a la acción con probabilidades de éxito,  éstas y otras explicaciones que vienen de nuestra filosofía e identidad política, son una exigencia previa para incorporarse a un proyecto orgánico de gran alcance. Sea porque rechazamos las imposiciones que no persuaden ni convencen, sea porque desconfiamos de las estadísticas tecnocráticas que dibujan resultados ficticios y ocultan los grandes intereses y factores de poder que están en juego. Nuestra responsabilidad es encarnar una política grande que sea capaz de unir fuerzas, para asegurar la autonomía, el progreso y la tranquilidad que reclama la gente.




Unir poder social y poder territorial

La planificación democrática exige el concurso de voluntades mediante el diálogo que culmina en la concertación. Por eso no hay programa eficaz  de gobierno sin concertación social, que involucre con franqueza y equidad a empresarios y trabajadores para crear empleo genuino, aumentar y mejorar la producción y luchar contra la especulación, el subdesarrollo y la dependencia. En la nueva sociedad del conocimiento, donde es preciso acceder a las innovaciones tecnologicas, manteniendo nuestra identidad cultural, es importante reconocer los nuevos derechos económicos que dan actualidad a la lucha histórica por la justicia social. Ello también abarca la creación del mejor ámbito posible para la instalación y  funcionamiento de las empresas, junto al combate contra la precarización laboral y el trabajo en negro.

Por consiguiente, la marcha inexorable hacia la democracia económica tiene su plataforma territorial en los municipios bien gestionados que conocen en el terreno las prácticas empresariales, comerciales y laborales y las necesidades de los consumidores. Los líderes comunitarios saben, como dijo el General Perón, que “gobernar es crear trabajo”, porque de nada vale poblar para el hacinamiento y la miseria de la desocupación y la desidia.        

La buena gestión es la suma de la idoneidad, la dedicación y la honestidad de los conductores municipales y sus equipos, que representan y defienden con dignidad los intereses y metas de su comunidad. Cuando estas condiciones éticas, políticas y técnicas no existen, la indiferencia administrativa y la corrupción deben recurrir a mendigar las dádivas de la obsecuencia. Tal es el efecto moral o inmoral de un dispar ejercicio de la conducción, que es fácil de advertir al comparar y medir, con la misma vara, a tantos intendentes a cargo de  iguales funciones.

En la concepción justicialista, el valor del trabajo trasciende su precio en el mercado capitalista, porque es el eje cultural de la articulación y organización de la comunidad. Sin trabajo la comunidad no sólo se empobrece, sino que se vuelve decadente, insolidaria y violenta. Luego, se entiende porque el movimiento obrero es la columna vertebral del gran bloque histórico que creó Perón para siempre. La fuerza de su vigencia política y social reside en el secreto espiritual que compromete la alianza indestructible que, lejos del clasismo y la partidocracia, mantiene el avance de una concepción movimientista con proyección continental.



Trayectoria y vigencia del movimiento histórico

Así es como puede decirse que sin sindicalismo no hay peronismo y recíprocamente: que sin peronismo no hay sindicalismo nacional, porque nuestra doctrina le brinda los fundamentos que lo convierten, como en ningún otro país del mundo, de factor de presión y protesta en factor de propuesta  y poder. Tal el cariz teórico y práctico de un sindicalismo que se resistió  desde su nacimiento en la década del 40, a reducirse a un partido obrerista o laborista, ya que su razón  de ser se plasma en la organización del Movimiento Nacional, del cuál es parte básica e inseparable.

Con este espíritu se reafirma una alianza imprescindible entre el municipalismo articulador del poder territorial y el sindicalismo vertebrador del poder social, en un volver a las fuentes de las viejas luchas reivindicativas que, junto a cada fábrica movilizada, unía al vecindario de las familias trabajadoras que residían en los barrios. Paradigma de la defensa palmo a palmo de un despliegue progresivo abarcador de la nación en su totalidad. Obviamente, hablamos de organizaciones del pueblo que deben actualizarse, capacitarse y renovarse para enfrentar los desafíos del futuro, con el aporte de las nuevas generaciones argentinas, empezando por el bautismo militante de las campañas de estos años decisivos.

Ante la incapacidad de los partidos liberales, de derecha o izquierda, para ofrecer alternativas distintas de suficiente significación, el peronismo puede mostrar, al margen de propuestas individuales, la permanencia en lo substancial de su identidad colectiva, sólidamente diferenciada por la tercera posición en el espectro democrático. Es un tipo de unidad compleja, que amalgama ideas y sentimientos, vivencias y aspiraciones, símbolos y tradiciones, siempre con sentido histórico y vigencia contundente.

De este modo, la realidad que es la verdad, desnudó el prejuicio gorila que quiso ver en el justicialismo la obra efímera de una demagogia audaz con discurso efectista. Esto hoy sólo lo piensan los pseudointelectuales que dicen estar “superando” al peronismo con el populismo, mediante una caricatura de unidad y organización. Pero el llamado al corazón de los argentinos de buena voluntad se escucha claramente por encima del ruido de aquellos que no aprendieron nada, porque habla de demandas populares muy reales y sentidas, y sigue despertando la esperanza inclaudicable en un destino de felicidad y grandeza. [6.2.13]


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