LA CONSTRUCCIÓN POLÍTICA
QUE FALTA
La política verdadera exige una
conducción persuasiva y sincera
La recuperación de la política como factor democrático recién constituye
un logro cuando significa conducción, en tanto categoría doctrinaria de
contenidos esenciales para transformar positivamente la vida de la comunidad. Por el
contrario, pierde sentido y jerarquía social en la simulación, el retroceso o
el estancamiento. Conducir es así equivalente a liderazgo persuasivo y efectivo
en cuanto a planificación estratégica, trabajo sistemático de equipo y control
de gestión; y no meros discursos de anuncios repetidos y relatos engañosos que,
en nombre de una revolución imaginaria, frustran la evolución posible y
necesaria del país.
Es sabido que la simple “politización” no conlleva elevar la cultura
política comunitaria que requiere otros ejemplos y actitudes, más allá del
personalismo excesivo, la retórica saturante y polarizante y las mañas del
viejo y nuevo sectarismo. La burda “masificación” que resulta de una costosa propaganda
con fondos públicos, niega la educación cívica con consignas triviales,
descartando el proceso metódico que convierte la masa inorgánica en pueblo
organizado, con estructuras propias de participación consciente y activa en la
concreción de sus aspiraciones.
Allí nacen las organizaciones libres del pueblo, que lo son
precisamente por autoconvocatoria y gestión autónoma, y no por la manipulación
de supuestos “planes” y “cooperativas” producto de la corrupción de malos
funcionarios y punteros. Situación que exige ahora la construcción orgánica que
falta para encuadrar a vastos contingentes de argentinos en unidades
territoriales humanizadas, con condiciones de arraigo y trabajo digno,
fortaleciendo la democracia real desde la base misma que la constituye.
Es decir, un régimen de gobierno que no sólo sea “del, para y por” el
pueblo, como reza el postulado tradicional, que a veces resultan palabras
vacías, sino un gobierno “con” el pueblo. Una vía genuina para el protagonismo
sostenido de una ciudadanía esclarecida que demande superar la apariencia de un
modelo “inclusivo”, haciendo finalmente realidad el desarrollo integral
postergado de una Argentina plena de educación, producción y justicia.
Una fuerza legítima, alternativa
y de consenso
La larga crisis de representación en las instituciones y de
representatividad en los dirigentes, está provocando una pérdida de confianza
en el sistema democrático que tanto nos costó recuperar. La pasividad del poder
legislativo y las falencias del poder judicial, aumentan el vacío orgánico-funcional
en el marco republicano. Vacío ocupado por la prepotencia del poder ejecutivo y
su réplica en la desarticulación de la sociedad civil, expresada en la indiferencia
disimulada como actitud independiente, la anomia en el comportamiento
colectivo, y una tergiversación de la militancia, rentada por el oficialismo,
como escenografía mediática.
Para revertir esta decadencia peligrosa, hay que aprender a pensar de
un modo diferente: con percepción sólida y estratégica y no de manera
oportunista o superficial. Partir de una posición definida y firme, sin
embargo, no entraña exagerar la confrontación permanente, como lo viene haciendo cierta dirigencia sin
equilibro psicológico y con el asesoramiento nefasto de los “sabios
ignorantes”. Mezcla explosiva de la arrogancia política con la estafa
intelectual del neomarxismo y del neoliberalismo, que se combinan bajo cuerda
para atacar al peronismo desde dos extremos alejados por igual del Proyecto
Nacional.
Por lo demás, la tolerancia que todos debemos defender en la
coexistencia política, no excluye la “lucha por la idea” que admite rivales
ideológicos y adversarios electorales, pero no determina “enemigos” a
desaparecer: ayer por la muerte física de los extremismos de distinto signo,
hoy por la muerte civil de la discriminación, la censura y el abuso de poder
con el aparto estatal y sus agencias. La política, entonces, para merecer su alto
concepto, necesita explicar, discernir, debatir y llegado el caso saber acordar
siguiendo siempre la razón del bien común.
Son algunas de las causas principales que obligan a retomar la acción
política con principios, valores y modos de acción adecuados. El ciclo
declinante de un “modelo” agotado que se prolonga demasiado sin abrir nuevas
expectativas, no concluirá por sí ni por reacción espontánea. Hay que imaginar,
convocar y articular una fuerza legítima, alternativa, con suficiente consenso
e impacto para decidir la tendencia general a un cambio democrático. Si está claro
el vacío que hemos descripto, tanto en el oficialismo como en la oposición, nuestra
militancia tiene que comenzar a llenarlo, cada cual en la medida de sus roles y
capacidades, que siempre serán complementarias en una construcción de conjunto.
El pluralismo de participación
directa
El motivo para una renovación profunda de la democracia argentina, se incentiva
con la irritación causada por el autoritarismo omnipresente, la mediocridad
obsecuente, el caudillismo feudalista y el asistencialismo venal. Supone un esfuerzo
que únicamente puede nacer de los anticuerpos existentes en las idiosincrasias
territoriales y en los pueblos y gobiernos locales, para salir del maltrato de
los círculos dominantes y potenciar la autodeterminación en la comunidad
organizada. Especialmente, cuando es posible seguir la orientación de
liderazgos exitosos, ya que el mensaje político, en la crisis de confianza,
sólo es creíble por el testimonio de las obras concretas.
No hay tiempo suplementario para reiterar promesas incumplidas, adoptar
dobles discursos y simular la falta de conflictos con expresiones de deseo banales
y ambigüedades. La evaluación que podrá devolver transparencia a la política
será la más cercana y solidaria con el terreno de acción, desde donde hay que
reconquistar, hacia la dimensión tan vasta de país, los principios
irrenunciables de la libertad de expresión y la igualdad ante la ley, para
acabar con la sumisión del pensamiento y la impunidad de los infiltrados y
corruptos.
En este aspecto crucial, el municipio representa la célula primaria del
gobierno de las comunidades, que dio lugar a los primeros ensayos de
convivencia regulada por normas comunes; y luego, con la evolución de la
conciencia colectiva, a las experiencias iniciales de deliberación y
participación del pueblo e instalación de los tribunales de justicia. El
instinto gregario se perfeccionó con la reflexión social para relacionar, sin
falsos intermediarios ni criterios abstractos, las necesidades cotidianas con
las propuestas creíbles y las soluciones factibles, en un proceso descentralizado
que rechaza por impropia la concentración discrecional del “mando”.
En la problemática presente, esta relación directa e intransferible es la
única garantía de coordinación entre gobierno local y desarrollo real apropiado a cada espacio específico. La
democracia local, por otra parte, no rechaza la excelencia ya que debe
promoverla porque se juega con ella el acceso a los beneficios de la economía y
la tecnología modernas. Progreso interferido
perversamente por una globalización asimétrica, que aliada en lo interno a un simulacro
de revisionismo histórico, niega en la práctica el federalismo político y
económico más elemental.
Proyección zonal y regional de
gran municipio
Nuestro enfoque destaca en principio las posibilidades del vecinalismo
como sentido de pertenencia, que al fomentar las tendencias asociativas de los
ciudadanos y las familias que habitan un mismo distrito, teje los lazos
primordiales de conocimiento, amistad y solidaridad recíproca. De este modo, se
hacen las cosas necesarias con la iniciativa de
todos y el apoyo comunal, realizando la imprescindible acción civil
directa de la participación compartida.
Pero el vecinalismo, como núcleo de origen, suele estar limitado para
proyectarse como gran municipio, en los ejes de integración zonal y regional
intermunicipal. Esto es así, a veces sin darse cuenta, cuando el vecinalismo
primario queda encerrado en un criterio antiguo y fragmentario que, al
sobreactuar el localismo, cae en el aislamiento y la falta de políticas
públicas de aprovechamiento múltiple por varias localidades.
Estas herramientas de nivel
estadista, y no la improvisación sobre la marcha, son las únicas metodologías
que trascienden hacia las soluciones de fondo, abarcando todas las perspectivas
y posibilidades que, armonizadas e integradas con inteligencia, pueden aumentar
el peso de nuestra acción transformadora y mejorar la vida de la gente en forma
expeditiva. Es un paso insoslayable, dentro de la defensa institucional de la
democracia, despreciada por algunos tránsfugas, para restaurar el necesario
equilibrio y ordenamiento territorial, cuyos graves problemas de servicios
públicos, transporte ferroviario, provisión eléctrica y seguridad no pueden
encararse sin planes operativos desplegados a escala adecuada de espacio y
tiempo.
Entre compañeros de militancia,
ansiosos de salir a la acción con probabilidades de éxito, éstas y otras explicaciones que vienen de
nuestra filosofía e identidad política, son una exigencia previa para
incorporarse a un proyecto orgánico de gran alcance. Sea porque rechazamos las
imposiciones que no persuaden ni convencen, sea porque desconfiamos de las
estadísticas tecnocráticas que dibujan resultados ficticios y ocultan los
grandes intereses y factores de poder que están en juego. Nuestra
responsabilidad es encarnar una política grande que sea capaz de unir fuerzas,
para asegurar la autonomía, el progreso y la tranquilidad que reclama la gente.
Unir
poder social y poder territorial
La planificación democrática
exige el concurso de voluntades mediante el diálogo que culmina en la concertación. Por
eso no hay programa eficaz de gobierno
sin concertación social, que involucre con franqueza y equidad a empresarios y
trabajadores para crear empleo genuino, aumentar y mejorar la producción y
luchar contra la especulación, el subdesarrollo y la dependencia. En la
nueva sociedad del conocimiento, donde es preciso acceder a las innovaciones
tecnologicas, manteniendo nuestra identidad cultural, es importante reconocer
los nuevos derechos económicos que dan actualidad a la lucha histórica por la
justicia social. Ello también abarca la creación del mejor ámbito posible para la
instalación y funcionamiento de las
empresas, junto al combate contra la precarización laboral y el trabajo en
negro.
Por consiguiente,
la marcha inexorable hacia la democracia económica tiene su plataforma
territorial en los municipios bien gestionados que conocen en el terreno las
prácticas empresariales, comerciales y laborales y las necesidades de los
consumidores. Los líderes comunitarios saben, como dijo el General Perón, que
“gobernar es crear trabajo”, porque de nada vale poblar para el hacinamiento y
la miseria de la desocupación y la desidia.
La buena gestión es la suma de la idoneidad, la dedicación y la
honestidad de los conductores municipales y sus equipos, que representan y
defienden con dignidad los intereses y metas de su comunidad. Cuando estas
condiciones éticas, políticas y técnicas no existen, la indiferencia administrativa
y la corrupción deben recurrir a mendigar las dádivas de la obsecuencia. Tal
es el efecto moral o inmoral de un dispar ejercicio de la conducción, que es
fácil de advertir al comparar y medir, con la misma vara, a tantos intendentes
a cargo de iguales funciones.
En la concepción justicialista, el valor del trabajo trasciende su
precio en el mercado capitalista, porque es el eje cultural de la articulación
y organización de la
comunidad. Sin trabajo la comunidad no sólo se empobrece,
sino que se vuelve decadente, insolidaria y violenta. Luego, se entiende porque
el movimiento obrero es la columna vertebral del gran bloque histórico que creó
Perón para siempre. La fuerza de su vigencia política y social reside en el
secreto espiritual que compromete la alianza indestructible que, lejos del clasismo
y la partidocracia, mantiene el avance de una concepción movimientista con
proyección continental.
Trayectoria
y vigencia del movimiento histórico
Así es como puede
decirse que sin sindicalismo no hay peronismo y recíprocamente: que sin
peronismo no hay sindicalismo nacional, porque nuestra doctrina le brinda los
fundamentos que lo convierten, como en ningún otro país del mundo, de factor de
presión y protesta en factor de propuesta
y poder. Tal el cariz teórico y práctico de un sindicalismo que se resistió
desde su nacimiento en la década del 40, a reducirse a un partido obrerista
o laborista, ya que su razón de ser se
plasma en la organización del Movimiento Nacional, del cuál es parte básica e
inseparable.
Con este espíritu
se reafirma una alianza imprescindible entre el municipalismo articulador del
poder territorial y el sindicalismo vertebrador del poder social, en un volver
a las fuentes de las viejas luchas reivindicativas que, junto a cada fábrica
movilizada, unía al vecindario de las familias trabajadoras que residían en los
barrios. Paradigma de la defensa palmo a palmo de un despliegue progresivo abarcador
de la nación en su totalidad. Obviamente, hablamos de organizaciones del pueblo
que deben actualizarse, capacitarse y renovarse para enfrentar los desafíos del
futuro, con el aporte de las nuevas generaciones argentinas, empezando por el
bautismo militante de las campañas de estos años decisivos.
Ante la incapacidad de los partidos liberales, de derecha o izquierda,
para ofrecer alternativas distintas de suficiente significación, el peronismo
puede mostrar, al margen de propuestas individuales, la permanencia en lo substancial
de su identidad colectiva, sólidamente diferenciada por la tercera posición en
el espectro democrático. Es un tipo de unidad compleja, que amalgama ideas y
sentimientos, vivencias y aspiraciones, símbolos y tradiciones, siempre con sentido
histórico y vigencia contundente.
De este modo, la realidad que es la verdad, desnudó el prejuicio gorila
que quiso ver en el justicialismo la obra efímera de una demagogia audaz con discurso
efectista. Esto hoy sólo lo piensan los pseudointelectuales que dicen estar
“superando” al peronismo con el populismo, mediante una caricatura de unidad y
organización. Pero el llamado al corazón de los argentinos de buena voluntad se
escucha claramente por encima del ruido de aquellos que no aprendieron nada,
porque habla de demandas populares muy reales y sentidas, y sigue despertando
la esperanza inclaudicable en un destino de felicidad y grandeza. [6.2.13]
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