Apuntes para la formulación de un documento de cuadros
UNA DEMOCRACIA DE TRABAJO
O LAS CRISIS DE LA DECADENCIA POLITICA
Voluntad de trabajo y celebración del futuro
El trabajo es la
energía transformadora en la marcha de la humanidad, que ahora irrumpe en otra
dimensión histórica, constituyendo el nuevo paradigma
de la evolución de los pueblos protagonistas. Una nueva edad definida, física y
metafísicamente, por la acumulación de innovaciones orgánicas y técnicas que
aceleran el ritmo del mundo contemporáneo. En tal sentido, la revalorización
cultural del trabajo como eje civilizatorio innegable, implica superar el campo de fuerzas que lo utiliza como factor
meramente económico ligado a la explotación, la sumisión y la pobreza; sin ver
la perspectiva de futuro que aquilata su capacidad de dignificación, equidad y
creatividad, para alcanzar una democracia plena.
Así lo anticiparon
lúcidamente aquellos pensadores y líderes que advirtieron el significado de los
trabajadores organizados como “movimiento nacional”, más allá de su reducción
ideológica a un esquema clasista, inhibidor de su vitalidad irradiante sobre el
conjunto de la comunidad, o de su sujeción al manejo arbitrario de matrices partidarias derivadas de un orden político decadente. Por
tal motivo, no basta tampoco con enunciar
la prevalencia del trabajo como un “principio universal” apto solamente para la declaración retórica, sino aplicar sus contenidos en la realidad efectiva de
cada latitud, a fin de edificar una
nueva sociedad y un nuevo Estado.
Este determinismo
evolutivo, al margen
del diferente tiempo de transición según la maduración de cada realidad, impone
actualizar las formas orgánicas de la agremiación y sindicalización acotadas por
las burguesías económicas e intelectuales. Paso fundamental para perfeccionar
la participación y acceder al poder, en el marco
de una gran movilización de fuerzas generadoras de desarrollo,
tras el logro de una democracia real e integral. En este aspecto, la
realización plena del carácter del
trabajo como factor político no es fortuita: exige una verdadera construcción
social y un dominio paulatino de los medios técnicos y de planificación acaparados hoy por las corporaciones y la tecnocracia. Cuando
en vez de este camino laborioso pero
seguro, se opta por la desidia y el uso clientelar
de la indolencia (que es contraria a
la genuina asistencia social) se quiebra la conciencia moral de la comunidad y
el futuro se siente como amenaza.
El trabajo en la construcción territorial
La esperanza, por
oposición a la violencia, germina en el proceso de la evolución por la
educación y la capacitación, capaz de instaurar una sociedad del conocimiento y
una cultura del trabajo. Vectores que expresan la “realización total” de la
vitalidad del trabajo, porque poseen en sí la facultad exclusiva de articular,
con cohesión creciente, todo tipo de actividades en una trama de relaciones y
sistemas: desde el intercambio de las redes sociales solidarias, hasta la cooperación técnica y la asociación
en consorcios productivos de emprendimientos locales.
Esta construcción
social, donde conducir y conducirse es “crear
trabajo”, debe fusionase con la construcción territorial en el contexto irremplazable del
espacio de arraigo. Cuestión imprescindible para
ensamblar una disposición espiritual
y práctica dirigida a enfatizar el
esfuerzo conjunto de la colectividad, sin sacrificar
a ninguna de sus partes. Clima de
producción y trabajo en un proyecto compartido
que se entiende en el lenguaje de la persuasión, con contenidos comunes en el
plano simbólico y ético, para vencer
los flagelos combinados de la corrupción y la especulación que hacen del
“populismo” lo opuesto a lo popular.
El relato engañoso
y el discurso ideológico por un lado, y la promesa electoral sin convicción por
otro, no pueden sustituir la tarea
épica de un pueblo decidido a asumir el control de su propio destino,
volcándose directamente a la participación
activa. Ésta emerge de la toma de conciencia mayoritaria
que signa los momentos cúlmines de la historia, condenando al olvido por
efímeras las posiciones endebles de la falsa política. Por consiguiente, aunque
es obvio que las vicisitudes de la transición no pueden adivinarse, es preciso no dejar
de predicar las virtudes que apuntan
al porvenir, al demostrar la
voluntad de ser y la voluntad de saber de una comunidad que quiere persistir como tal sobre una serie
reiterada de crisis. Porque el trabajo es la única alternativa al ilusionismo y
la improvisación que siempre terminan en el “estilo” del ajuste y la anarquía.
Identidad y
realización nacional
Estas no son
abstracciones teóricas, sino síntesis operativas fundadas en experiencias
colectivas expresadas por grandes autores, y también vivencias personales,
especialmente las sufridas bajo regímenes de injusticia, represión y
necesidades insólitas en un país de inmensos recursos. Un país frustrado por la
falta de conciencia nacional como concepto integrado de identidad y
realización. Y donde, lamentablemente, la libertad no se concibe junto a la
responsabilidad como dos caras de un
mismo principio de convivencia. Tal el punto de partida
en el diálogo que se reclama, para
sustentar un impulso poderoso y
sostenido de cambio.
Sin proyecto de
nación se diluye la esfera pública con sus derechos y deberes. Luego se consiente la privatización
de lo público en términos de negociado
sobre el saqueo del Estado. Y se ejerce la “ejemplaridad
al revés” que premia al oportunismo y la corrupción, y castiga la honestidad
del ciudadano que trabaja y cumple. En consecuencia, se asiste con impotencia o
indiferencia a la degradación de una sociedad que revierte los vínculos
permanentes de un destino compartido,
en un enredo de “relaciones de conveniencia” de corto plazo, sin credibilidad
ni garantías.
De allí el
desborde en la llamada puja distributiva, persiguiendo intereses sectoriales a
cualquier costo para los demás, pues
sin proyecto unívoco no hay concertación económico-social, que es la referencia
equitativa de una gran paritaria nacional. Esto a su vez plantea las paritarias
gremiales como una entidad falseada que se conforma con la apariencia.
En paralelo, la
división de las cúpulas sindicales, por apetencias individuales de poder, no recibe el apoyo
político de sus propias bases, desperdiciando costosas campañas electorales. Un
cuadro de errores y limitaciones que trastoca rápidamente las reivindicaciones
“radicales” en inocuas; y hace que la lucha por la verdad efectiva se tilde de rebelde, complicando las
soluciones más elementales, porque no se puede ordenar la economía en un país
desordenado.
Los rasgos contradictorios de la
transición: valores y antivalores
Es conveniente comprender la naturaleza contradictoria de la transición,
con sus rasgos destructivos y constructivos, siendo lo más negativo el sufrir
un interregno de destrucción de los valores de convivencia y su sustitución por
los antivalores del destrato, el descreimiento y la inseguridad. Esta
tendencia a la baja en todos los aspectos de la vida cotidiana, que impacta en
la pérdida de empleo digno y educación calificada, añade la paradoja de un contexto “legal” irracional que, en
nombre del “garantismo”, se inclina a favor de los victimarios
de la corrupción y el crimen, y abandona a sus víctimas.
En esa instancia ingrata, nos queda descubrir los caminos que llevan a la reconstrucción del hombre y la comunidad, verificando el cambio
de muchas categorías morales y sociológicas que se consideraban permanentes. Así
se demuestra la limitación del individualismo extremo, nacido en el derecho de
intimidad y privacidad del ciudadano que ayer se alzó contra la era del
absolutismo. Ahora, este individualismo egocéntrico adopta un signo reaccionario al aislarse
de la realidad con indiferencia social y escepticismo político, al precio de
una actitud nihilista.
En simultáneo con la “disolución del individualismo” se opera la “desarticulación de la masa”, que es su contraparte en la vieja concepción liberal; es decir:
individualismo y excepcionalidad para
las minorías dominantes y masificación y manipulación para
las mayorías dependientes. Nueva realidad que descarta
la uniformidad automática de los viejos “movimientos de masa” en las
revoluciones y las guerras, aunque la masificación todavía perdure en el
esquema de la propaganda, la publicidad y el consumismo. Fenómeno evidente en
los aparatos mediáticos de uno y
otro signo, que perciben la miseria y sus secuelas trágicas como cifras
anónimas de la estadística.
Queda señalado el rumbo hacia la salida: el individuo asocial debe
transformarse en “persona” integrada
a la participación organizada, sin
mengua de su libertad de conciencia singular;
y la masa debe transformarse en
“pueblo” incorporada a las diferentes construcciones orgánicas (organizaciones
libres), sin sectarismos ni
exclusiones. La energía vital del trabajo es precisamente la encargada de transfigurar
estos valores con vistas a adaptarnos
a una evolución inexorable , pese a las resistencias que despierta toda transformación
operativa de magnitud y toda reivindicación de un sistema de conducción y
gobierno más equitativo y amplio.
La
excelencia por la formación y la capacitación
Nos debatimos en un entreacto
incierto de dramatismo histórico, lejos todavía de la escena definitiva que
requiere la generación de nuevos actores y autores, para suplir la falta de
compromiso y creatividad dirigente. Mientras tanto, obligados a subsistir en el
desorden, es menester ir corrigiendo gradualmente los peores defectos, hasta estar
en condiciones de ocuparnos de la gran política y la estrategia. Se impone
entonces superar con constancia la aflicción por la futilidad presente y
reafirmar nuestra intervención entusiasta en el advenimiento de un futuro
distinto.
La gran misión es proponerse
alcanzar la “excelencia”, vertebrando orgánicamente un gran sistema de conducción, caracterizado por la persuasión y la
disciplina voluntaria. Respetando sin duda la diversidad de perspectivas y
aportes, pero sabiendo que no hay ejercicio trascendente de la libertad civil
sin participación concreta. La reducción de la categoría ciudadana al simple
acto comicial, que es sinónimo de democracia en la forma y no en el fondo,
agudiza el inexorable vaciamiento de los gobiernos por incapacidad, arrogancia
y corrupción. En cambio, la democracia real, en sus fines y medios, requiere la
cooperación, la crítica, las propuestas alternativas y el control institucional
del poder. Categorías éstas pertenecientes al sentido fundamental que tiene la
“excelencia” para asumir el proceso nacional en su conjunto como causa de
identidad patriótica.
Los trabajadores, en la
acepción más amplia de la palabra, expresan las fuerzas creativas y productivas
que unidas desplazarán, por su presencia y peso, a las facciones especulativas
que no conjugan sus intereses particulares con las aspiraciones generales de la
comunidad. Para ello es esencial formar los elementos directrices en la
implementación de equipos de cuadros organizativos y de dirección, como
portadores de los principios y valores primordiales que decantarán en políticas
públicas y criterios de concertación.
Encarnar los valores de la
conducción responsable, exige modificar el esquematismo de los supuestos
“modelos” ideológicos, y retomar las herramientas estratégicas de un verdadero
plan de trabajo, con un gabinete de trabajo y un parlamento de trabajo. Es el
modo de evitar la ambigüedad de la politiquería, el mercantilismo de las
burocracias y la embriaguez de la corrupción descarada que anula el
funcionamiento institucional. Las fuerzas políticas renovadas en vez de
reiterarse en el deprimente “más de lo mismo”, o de aglomerarse sin identidad
definida, pueden ayudar a establecer las condiciones básicas de una transición
al porvenir.
Para ello, tendrán que formular
los objetivos constitutivos y funcionales de las políticas de Estado
necesarias, firmando un compromiso cierto de ejecución, cualquiera fuese el
resultado electoral de las instancias pendientes. Proceso complejo pero
imperioso, que precisa ser vigilado y apoyado por una modalidad distintiva de
vertebración política y social. Tarea de aquellos que, con voluntad de trabajo,
pueden demostrar la conjunción de mística política y solvencia técnica para la
resolución eficaz de los problemas nacionales, removiendo drásticamente los
obstáculos que impiden la realización del país.
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