LA UNIDAD EN
EL MOVIMIENTO
Revelación política y
continuidad en la lucha
Remarcando, como lo hemos hecho, la creación superior
de la estrategia, corresponde nutrirla con los nuevos factores que generan las
acciones tácticas de impacto relevante. No hacerlo sería congelar el pensar
estratégico como “teorización”, sin incidencia operativa alguna. En la vía
correcta, pues, un análisis que busque la verdad en sí, y no la ratificación
cerrada de prejuicios, verá abrirse el nuevo horizonte de limitaciones y
posibilidades que configura la continuidad de la lucha.
Un instante de clarificación nos dice que estos
fragmentos electorales no constituyen el verdadero Movimiento, por su falta de
rumbo y coherencia. Y al mismo tiempo, nos indica que ha llegado el momento
preciso de plantear, con nuestras voces militantes, la superación de una larga
crisis espiritual y orgánica que no subsanaron ni
sus figuras más conocidas. Los últimos comicios, por ejemplo, no pueden
valorarse por victorias o derrotas, sino en la visión más aguda de que hay un
mundo político que muere y otro que nace, si sabemos albergar actualizadamente,
y sin exclusiones a priori, los principios y valores de nuestra mejor esencia
formativa.
Son un ocaso y una alborada fértiles, donde una renovada
potencia de vida organizativa puede representar el comienzo de una gran tarea.
Para ello, las aspiraciones individuales deben desplazarse del egoísmo estéril,
a otra faceta más positiva de la condición humana encaminada por creencias
profundas, gestos persuasivos y debates reflexivos. Actitud que tiene una
esperanza ponderada en las diversas formas de participación social, basadas en
la intención plena de intuición política del pueblo. Una propensión a “volver a
ser en los valores”, porque ellos no sólo encarnan una identidad, sino una
reafirmación definitiva en la fusión de lo sensible con lo trascendente.
No hablamos de los próximos dos meses, sino de los
próximos dos años, donde nuestra inteligencia guiará la fuerza y la consolidará
con los paradigmas de dignidad y justicia. Descartando los dualismos
ideológicos que confunden y separan; e insistiendo en los hechos históricos que
acentúan los fundamentos del sentimiento de patria. La decadencia de hoy no es
la forma final del peronismo que sueñan nuestros adversarios cerriles. Lo más
importante es lo que tiene que llegar si realmente “somos, sabemos y podemos
hacerlo”.
La salida drástica del
escepticismo
Siempre una parte de cada existencia discurre
buscando las razones de su designio; y aún muchos mueren sin haberlas hallado.
Es lo que Perón consideraba el pecado de “pasar desapercibidamente por la
vida”. Por eso no nos culpemos demasiado de aquello que fuimos aceptando.
Siempre ocurre así cuando la disciplina se degrada a sumisión, la adhesión se
viste de obsecuencia o la medianía se disfraza de moderación. Lo primordial
ahora es captar y difundir esta revelación insoslayable, que ya nos impulsa a
vencer el desánimo de la frustración y la pesadez asfixiante del tedio y la
impotencia. Nosotros no nacimos para “aburrirnos” cuando la alternativa es la
lucha por la sobrevivencia nacional.
Tomar una iniciativa, comenzar a organizar y poner
algo en funcionamiento. Esta metodología es parte de nuestro aprendizaje de
alternativas creadoras: sabiendo que los constructores son más que los
destructores, aunque no estén todavía al mando. Situación desgastante a
reverti, planificando bien antes de obrar, porque en el obtuso mecanismo del
subdesarrollo institucional, muchas veces un absurdo no invalida un error, sino
lo consolida por la vía pasional de la obcecación impropia. Tal lo que esperan
que hagamos nuestros rivales.
Las cualidades genuinas no pueden permanecer ocultas
en los buenos militantes, porque ellas entrañan exigencias de representación a
expresarse y cultivarse. Sólo así, con miles de nuevos referentes y
predicadores, se producirá la salida drástica del escepticismo; que en caso
contrario confirmaría nuestra decadencia. Una vez resuelta la cuestión de la
“voluntad política”, con real vocación de poder, corresponderá neutralizar los
obstáculos de las peleas necias, y el “orgullo” herido de los dirigentes que ya
cumplieron en exceso su ciclo. Y también sancionar la incapacidad de los ineptos
crónicos, protegidos por el “amiguismo” y convencidos de sus virtudes
inexistentes.
Comprenderse bien entre compañeros es absolutamente
necesario ante el riesgo de divisionismo que fomenta la ingeniería pospolítica.
Ellos son campeones en manipulación técnica e informaciones engañosas. Es lo
único que saben hacer porque no ven, no escuchan y no sienten la realidad de la
gente, que reducen a un factor numérico y de repetición serial, sin caracteres
distintivos ni personales.
Planteo realista y perspectiva histórica
Nada de esto es fácil, porque conviven la tensiones
de las múltiples contradicciones a las que hemos llegado, sin darnos cuenta a
tiempo. Y empujados por un ajuste local, regional y mundial provocado por el
caos de la economía salvaje. Para empezar a solucionarlo, hay que hacer un
planteo realista de los problemas, señalando prioridades e indicando propuestas
efectivas de acción. Sin resultados no hay respuesta, sino más discursos vacíos
de contenidos originales.
Llega la hora de la verdad. Es la hora cúlmine de la comunicación
y la solidaridad de los compañeros; donde el afecto fraterno nos impide ser
extraños los unos a los otros, principio y fin de toda comunidad. La justicia,
que da nombre a nuestra doctrina, es virtud y sabiduría; mientras la injusticia
es vicio e ignorancia. Valga esta definición clásica como vaticinio de triunfo,
ante una batalla principal que supere los procedimientos secundarios de la
improvisación. Además, tenemos a nuestro favor la perspectiva histórica de la
memoria colectiva del pueblo.
Buenos Aires, 21 de agosto
de 2017.
Julián Licastro
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