EL CRECIMIENTO ORGÁNICO EN
LA CRISIS
El proceso de
incorporación
En todos los ámbitos de actividad es vital fortalecer
la organización donde participamos y que conforman los elementos cualitativos y
cuantitativos afines a su propósito. Así avanza la marcha hacia la gran unidad
que requiere el Movimiento. Lo hace en principio por pequeños grupos, basados
en un instinto de sobrevivencia, con capacidad de sumarse progresivamente a
instancias cada vez mayores con un perfil similar de ideales y motivaciones.
En una situación normal este proceso de incorporación,
que nos pasa de la inacción a la acción, es más lento y está encuadrado por sus
referentes habituales. Pero en circunstancias de emergencia, con conciencia del
daño irreversible que supone “perder tiempo”, el entramado de enlaces se va operando
espontáneamente y con mayor rapidez, por distintas iniciativas tendientes todas
a mancomunarse en las tareas más urgentes. La sorpresa adversaria, casi siempre
contra sus análisis prematuros, comprueba la rapidez de la reconstrucción de nuestras
estructuras de resistencia y lucha.
Hay detrás de estas respuestas expeditivas, una
tradición que no es “pasado” sino “experiencia”; y no se diluye tan fácilmente
ante el arte menor del marketing publicitario. Máxime cuando éste reitera fraudes
informativos de corto alcance. Cientos de operadores mediáticos esforzándose por
ubicar al presidente en primera página y los titulares noticiosos, chocan con la
sencilla paciencia de aquellos que no abandonan su misión en los conteos
definitivos. Por otro lado, la descalificación que este mercantilismo hace de
todo aquello que no sea oficialismo, juega en contra, porque en algún momento
de sinceramiento político habrá que considerar las verdaderas reformas
demandadas por el conjunto del país, y no sólo un sector.
No hacerlo, o hacerlo bajo cuerda con dirigentes
venales, suena al tono tan criticado de imposición arbitraria; según lo están
intentando ahora mismo que “van por todo”, desmantelando al Estado y privatizando
sus funciones esenciales. Lo cual incluye inventar un “estadista” que quizás
carece de las virtudes básicas: presencia sólida, rumbo definido, mentalidad no
presionable y aptitud para manejar las variables concorde al bien común, y
nunca al reparto para contentar ambiciones parcializadas y centrifugas.
El proceso de integración
El espacio orgánico de la militancia suele crearse de
una expansión de la concepción política, madurada al ritmo de una ecuación
histórica. Es causal no casual, aunque se subestime el papel de sedimentación
estructural de la militancia territorial y social. Es un llamado perentorio que
se hace oír en nuevas formas de expresión, articulación y referencia. Esta incitación,
surgiendo de un lugar determinado, se reproduce velozmente en todos los demás
núcleos con expectativas. La clave es no pretender adueñarse del nuevo ciclo que
se inicia, para potenciar su trasmisión libre, difundida hasta el último linde
del despliegue por “la comunicación que vence al espacio”.
De este modo, el pensamiento se va enriqueciendo y
adaptando a todos los grupos con su respectiva idiosincrasia, que resisten los
manuales de intervención centrista de las usinas de imagen. El impulso
innovador se replica con notas propias de la geografía de pertenencia e
incursiona con sabiduría de baqueano en el método mas apropiado para ir
refundando el Movimiento lugar por lugar. Y para descartar progresivamente a
los malos dirigentes partidarios y gremiales que defeccionan para acomodarse.
Hay una densidad de ideales y sentimientos que
coinciden en un molde de presiones intensas, y lleva de la mano a coincidir en lo
fundamental, dejando al costado la discusión de cargos electorales. Ventaja de la
educación social de subsistencia que, bien encuadrada, evita a la vez la
indolencia de la indiferencia y el atajo de la violencia desbordada. Tal cual lo
enseñó Perón, y lo repitieron constantemente los predicadores leales que lo
entendieron y lo amaron. Luego, queda poco lugar para reaparecer con “las
vanguardias esclarecidas” que se reagrupan por suerte en otro punto.
Es posible entonces saltar de jerarquía, pero dentro
del arte superior de la conducción, pasando de la incorporación a la
integración, que es un proceso de mayor complejidad, donde se intercambian
metodologías complementarias del ámbito político, social, técnico y cultural. Lo
promueve una militancia de “libertad responsable” que recuerda los errores inspirados
en una especie de castrismo sureño, con medidas efectistas pero no efectivas y
resultado efímero.
El proceso de identificación
La intemperancia y la ira son malas consejeras,
aunque tengamos razones para la indignación, lo cual evita el juego que esperan
los grupos de interés, su procedimientos de facto y su corrupción a escala. Lo
contrario para quienes queremos ser creíbles y confiables conteniendo la fuerza
en sus posiciones tácticas y estratégicas más convenientes. La idea es mantener
latente la presión ofensiva que promete éxito en el momento de la decisión, sin
arriesgar en aventuras inciertas. Porque no se trata sólo de pelear, sino de ganar.
Todo vacío de autocontrol es un vacío de conducción
que se paga con infantilismo y voluntarismo: armas viejas que no sirven,. Pero
en el tiempo de preparación que resta, hay algo crucial que hacer, pasando de
la incorporación y la integración al proceso cualitativo de la identificación
plena con los principios, valores y criterios del Movimiento y su actualización
de categorías estratégicas para acceder al gobierno y gobernar. Debemos
encarnar al Movimiento con su mística originaria para evitar o moderar diputas
menores, o divisiones por ambiciones de grupos y sectores. Tal el proceso
reclamado en el legado de Perón, que significa convertir la politización
numérica en “cultura política” afirmando las políticas de Estado, no de grupo,
que nos vacunen contra la doblez y nos protejan de la infamia de los adversarios
irracionales.
Buenos Aires, 26 de agosto
de 2017.
Julián Licastro
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