METODOLOGÍA DE LAS
ALIANZAS
La voluntad de unión
Frente a la sombría exhibición de divisionismo
inocuo, en la crisis cultural de nuestra sociedad, surge la respuesta de la
razón como voluntad de unión. Pero no hacia cualquier forma de unidad, sino de
aquella que manifiesta los rasgos de la verdad y la justicia, en tanto valores
motivantes de los impulsos asociativos comunitarios. Luego, la alianza es la
proyección de una identidad significante, que desea ampliarse para crear una
“cadena de potencial” por la diversidad complementaria de sus propuestas y
medios.
Es la manera prudente de reducir riesgos, disminuir
bajas, acceder a espacios de acción más influyentes y descubrir nuevas
alternativas de movilización y desarrollo. Aquí el arte de la estrategia se
combina con el oficio de la diplomacia para servir a la gran política,
demostrando que el “todo cualitativo” es superior a la mera suma de sus partes.
Hecho evidente que contagia el efecto sinérgico de la multiplicación de logros
efectivos, que resultan imperdibles para un conjunto con ciertas expectativas
unificantes.
La razón profunda, no el intelectualismo superficial,
se enfoca entonces en la articulación de “alianzas tácticas”, como modo
expeditivo de salvar dificultades. Mientras construye “alianzas estratégicas”
que, sobre el ejercicio básico de lo urgente, aspiran a compartir líneas
programáticas y operacionales de vasto alcance, visión panorámica y
consistencia en los cuadros directivos.
La alianza es, a la vez, una herramienta de lucha y
de paz, de resistencia activa y de gobierno estable, en la sucesión habitual de
las etapas de un nuevo ciclo histórico. Porque aliarse con éxito, en una dimensión
prolongada, es obligarse mutuamente a cubrir las falencias y debilidades de sus
integrantes. La cuestión es elegir correctamente los aliados para sostener lo
esencial de lo concertado, y superar las desavenencias frecuentes de la
práctica cotidiana de la militancia. La prioridad se consustancia en un nivel
elevado que define claramente los objetivos centrales y los lineamientos de
ejecución apropiados a una serie de eventos decisivos.
La elección de los aliados
En el terreno concreto de las “fuerzas en presencia”
hay poco margen para la retórica discursiva y la expresión gratuita de deseos,
porque prima la disposición espiritual y física de asumir un gran esfuerzo.
Aunque la persuasión no se interrumpa nunca, ya que no hay aliado perfecto,
incondicional y definitivo. La evolución de las circunstancias beligerantes,
sumará o restará fuerzas a la coalición; o podrá cambiar la naturaleza o el
grado de la relación establecida inicialmente entre los concordantes.
La responsabilidad de conducción debe evitar
desprestigiarse con fracasos en su política de alianzas, lo que implica no
apresurarse en la elección del “quién” y del “cómo” de cada acuerdo a
establecer. Y especialmente, no improvisar compromisos, descartar referencias
ambiguas o consentir ansiedades oportunistas. Ser amable y ponderado siempre,
porque las vinculaciones políticas suelen regresar, aún para incitar conflictos.
Como la presencia irritante de los “falsos aliados”, campeones del rumor
disolvente, y de la deserción instantánea ante el menor contratiempo.
Trabajar intensamente en reunir aliados exige
coherencia y constancia. No subestimar a ninguno, ni tampoco permitir que nadie
nos haga sentir dependiente de su “apoyo” especulativo. Por esta causa es
primordial, como ya lo anticipamos doctrinariamente, dedicarse a crecer y
organizarse en medio de la crisis, con prudencia para fortalecer nuestro propio
despliegue y estructuras de contención. La clave es no caer en situaciones que
desmerezcan la tarea necesaria de predicar con el ejemplo la recomposición
nacional.
Liderazgo y posición
central
Todo dispositivo defensivo tiene vanguardias, retaguardias
y alas derechas e izquierdas. Fracciones especiales que existen en función de
proteger al “grueso”, a la columna principal, y no al revés. Principio basamental
que condena la ambición letal de algunas jefaturas que proponen “la misión
invertida”, pretendiendo que el conjunto se inmole detrás de iniciativas
parciales, pero serias y carentes de posibilidades reales de triunfo.
Perón fue un maestro en ejercer su liderazgo desde la
posición central, equidistante de alas y flacos subsidiarios, para salvaguardar,
precisamente, al Movimiento Nacional de los intentos extremos con inferencia
ideológica. Una función nada fácil, porque significa lidiar constantemente con
ideas contradictorias, antagonismos internos y tendencias facciosas, cuando ha llegado
la instancia de inclusión y no de exclusión.
Las alianzas no se impulsan por la palabra “anti”,
sino por la palabra “con”; eslabonando con flexibilidad los objetivos
sectoriales legítimos que dinamizan, coordinadamente, toda nuestra actividad
económica, cultural y política. En tiempos muy sensibles por la fractura social
expuesta, la conducta personal incide más que nunca en la ley moral de la
conducción pública como verdad de experiencia. Ella enfatiza la humildad
sincera y la autenticidad, sobre la simulación virtual y el sofisma
tecnocrático.
Buenos
Aires, 11 de septiembre de 2017.
Julián Licastro
No hay comentarios:
Publicar un comentario