AMISTAD SOCIAL Y
RECONCILIACIÓN NACIONAL
Tropezar y caer para
descubrir
Los pueblos que llegaron al protagonismo predestinado
por su gran potencial, antes de lograrlo insistieron con el método: “tropezar y
caer para descubrir”; contrariando a aquellos sectores obsecados en presumir de
sabios, negar errores y continuar en la ignorancia. La mayoría sin embargo,
acepta voluntariamente este dolor del sentimiento de país frustrado, pero
manteniendo el ideal pendiente como telón de fondo de las discusiones y enjuiciamientos
políticos diarios.
La esperanza está así latente en tanto esencia de la
condición humana, que no reniega nunca de la ilusión y acepta el tiempo de
“maduración” que lleva elaborar pacientemente una verdad comunitaria. Pues
acertar anticipadamente, por una capacidad individual sin acompañamiento del
conjunto, equivale en sus efectos
prácticos a equivocarse.
El sentido final de nuestro proceder, entre
contradicciones políticas habituales, se revela cuando la acción ha culminado y
se difunde como parte de la historia. Porque toda historia es ejemplar, de lo
bueno y de lo malo, en tanto se la escribe para eso, librada al juicio de la
posteridad. Es la comunidad, en última instancia, la que tiene la posibilidad
de reconciliar su pasado en una articulación justa, que apunte al porvenir para
construirlo entre todos.
Vista en el prisma integrador del diálogo, ciertas diferencias
políticas pueden representar diversas modalidades de acuerdo, si se descartan
la descalificación del otro y la intolerancia. Esto excede la función
restringida de un jefe partidario para apelar a la amplitud del estadista. Él debe
incorporar los elementos del desorden en el orden para evitar, con habilidad,
no con torpeza, que lo destruyan. Ignorar esta paradoja de la conducción
potencia las formas traumáticas de la exclusión, alimentada por tendencias
represivas, dejándole la iniciativa táctica a la provocación permanente que “marca
la agenda” azarosa de la vida cotidiana.
Teorías imperativas o
propuestas prácticas
Las ideas son “imperativas” en el marco frío de la
teoría, mientras que en el seno de la práctica se suavizan en “propuestas”. Por
esta razón, la mecanización no puede tomar el control de lo que no es mecánico,
so pena del reduccionismo tecnocrático que envuelve el interés sesgado de sus
negocios. En este aspecto, “Amistad Social” es el clásico término eclesial que
refiere a la concertación productiva entre empresarios y trabajadores; aplicado
hoy a contrarrestar la especulación desbordada del capitalismo salvaje, sin
reglas. Y proteger a los más vulnerables de la sociedad por su emergencia
ocupacional, alimentaria y habitacional.
Nosotros, a su vez, consideramos que su significado más
trascendente es su paso preconstitutivo de la “Reconciliación Nacional”, pues aquí
aparece el sujeto histórico, que es el conjunto de la comunidad. A ella le
competen las decisiones estratégicas, como pueblo llano, rechazando el mando
discrecional de viejas o nuevas hegemonías que se sientan dueñas del país;
alentando la “grieta” mediática, verificada en realidad en la fractura social y
territorial de la
Argentina.
Las recientes reuniones de la Pastoral Social con la CGT, instituciones que como
todas las del país son afectadas por la crisis cultural profunda que nos
preocupa, parecen prologar el primer viaje a la patria, como pontífice, del Papa
Francisco. Las citas y conceptos de los religiosos y de los gremialistas
estuvieron centradas en sus discursos y encíclicas, para que su pronta
presencia aliente la adhesión de todos los sectores, oficialistas y opositores,
a la voluntad de tender puentes sobre compartimentos cerrados, beligerantes y
por ello sin salida.
Cultura del encuentro o
arrogancia autoritaria
Cuando la milenaria experiencia vaticana ha percibido
conflictos internos o externos de magnitud, no ha dudado en acudir a sacerdotes
jesuitas para altos cargos tradicionales del clero secular. La excepción se
convierte en regla al buscar “conductores” en una forma especial de ”santidad”
ligada a la pacificación por el dominio del arte de la estrategia. Rasgo
impreso a la Compañía
por su fundador, el coronel español, luego San Ignacio de Loyola (1491.1556),
desde sus “ejercicios espirituales” de claras reminiscencias castrenses.
Y el Padre Bergoglio lo ha ratificado con su presencia
orientadora en las zonas de conflicto geopolítico más intenso, intercediendo
por la paz mundial. Es un prestigio reconocido del que no puede prescindirse
para evitar una encrucijada de violencia, de incalculables consecuencias
nacionales y continentales. La cual no es una afirmación confesional sino
histórica, abierta a todas las personas de buena voluntad.
Desde la campaña de 2015 postulamos “entre todos o
nadie” cuya síntesis argumental se publicó en un libro. Allí la palabra “nadie”
no quería decir “ninguno” sino “caos”. La peor situación para resolver la grave
crisis de identidad y fe nacional que sufrimos en nuestra trayectoria
institucional. Por lo demás, la paz espiritual necesaria a la “Cultura del Encuentro”
no suprime doctrinas ni programas, al realizarse democráticamente en el modelo
de país que ansiamos, aceptando la diversidad de origen, el debate público y la
polémica política. Es la manera de superar, por igual, los autoritarismos
“prehistóricos” y “posmodernos”, neutralizando las ambiciones desmedidas de
cualquier signo. ¿Será posible?
Buenos Aires, 18 de
septiembre de 2017.
Julián Licastro
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