LA COMUNIDAD DEL AFECTO EN LA EDUCACIÓN POLÍTICA
MUTUA
La dimensión espiritual
del saber
El acceso al saber crea al maestro. El traza el
primer avance sobre el conocimiento político y doctrinario acumulado en un
largo proceso colectivo. La conclusión reciproca también es cierta, porque el
maestro es ante todo guía espiritual, pues la dimensión superior de la
existencia humana no es sustituible por la técnica. Luego, el verdadero maestro
es un maestro de vida, sea por la palabra hablada que nos imprime su energía,
sea por la palabra escrita que profundiza la reflexión, consolida la enseñanza
y facilita la polémica enriquecedora.
Con su ayuda comenzamos a percibir nuestro camino con
los ojos de la filosofía y de la historia .Porque la “vida se entiende mirando
hacia atrás y se realiza mirando hacia adelante”. En esta paradoja nos
encontramos con nosotros mismos para construir nuestro destino irrevocable. Si
elegimos mal y edificamos una vida falsa, el tiempo actúa como vengador y nos
pide cuentas en el momento más inesperado. Si elegimos bien, al menos en las
cuestiones importantes, y corregimos nuestros errores, la duda existencial, que
siempre habita la conciencia individual, se alivia con la esperanza de la
“misión cumplida”.
Decían los clásicos que el hombre es “el ser que
valora”, condición ineludible para crear y ejercer la voluntad de hacerlo, de
donde surge la conducta adecuada. Ser, en consecuencia, implica formarse en el
esfuerzo y defender la causa asumida para justificar la existencia. Actitud que
desafía el sentimiento depresivo de la “nada”, genera un campo específico de
acción y, al aceptar los peligros de una militancia honrada, forja el sentido
heroico de la lucha.
La valentía exigida ante las pruebas de la adversidad
se llama dignidad, más allá del coraje físico. Y el vínculo afectivo entre
maestro y discípulo, en el taller apasionante del liderazgo, comienza en el
principio de respeto. No hay educación sin voluntad de aprender; por eso, quien
niega la consideración, debida, por su versión sectaria y no amplia de la
juventud, niega su misma evolución y se condena perpetuamente a la ignorancia.
Conformación de la
personalidad política
La autenticidad en la conformación de la personalidad
política, reclama superar la exacerbación del individualismo para adquirir la
fuerza de la pertenencia. Esto no demanda renunciar a la realización personal,
sino concretarla plenamente en el seno de la comunidad, compartiendo vivencias,
protagonismo y solidaridad. La comunidad, para serlo realmente, requiere
organización y conducción como categorías fundantes y como criterios de
convivencia. Es la decisión consciente de sus integrantes por constituir una
ética pública práctica.
La formación de líderes en todas las disciplinas es
una misión de todos, porque si los cuadros no demuestran sus virtudes, los
valores no valen y la conducción no conduce. Por eso “poder” es una palabra
vacía de verdadero contenido si no se basa en la autoridad moral y la eficacia
directiva, algo que no surge del proselitismo vulgar o del acomodo y el
reparto. Nace en rigor de un proceso intenso de “toma de conciencia” que
reclama cada vez mayor entrega y responsabilidad. Quien elude este compromiso
recusa el fundamento de su función referencial y la usurpa, mereciendo su
revocatoria.
Tenemos una existencia anterior y otra posterior a
nuestro limitado tiempo biológico. La anterior puede rastrearse en la herencia
histórica que nos precede; y la posterior advertirse en la posible continuidad
de nuestros pensamientos y obras. Estamos involucrados pues en el concepto de
”especie” con instinto de sobrevivencia; y también en la impronta de una
cultura de participación determinada. Porque el horizonte de libertad y
justicia se eleva mediante logros trascendentes que sólo se alcanzan de manera conjunta.
La “vida activa” más propia de la juventud y la “vida
contemplativa” del veterano no antagonizan, al complementarse en el curso
constante de la educación y la capacitación política mutua. Con la
contemplación y la meditación juzgamos la actividad y la práctica en el marco
de una doctrina no dogmática. Mientras que en el desempeño activo, donde la
creación deviene a sus formas estratégicas y tácticas, estamos obligados a
vernos cara a cara con la realidad, sin excusas ni justificaciones.
Significado, simbolismo y
sentido político
Un pensar orgánico, capaz de mantener la coherencia
de un movimiento multitudinario, se ordena según este tríptico. En principio,
el “significado” de un acto es la manifestación de las propiedades políticas
que entraña para realizar su propósito sin equívocos ni confusiones. El
“simbolismo”, a su vez, prolonga la evocación inspiradora de las conductas
ejemplares. Y el “sentido” permite asimilarlo en el contexto histórico,
sintetizando los anhelos y sentimientos que le dieron origen.
Vías necesarias para la credibilidad de la prédica y
la militancia, dentro del plan de contener y concentrar fuerzas, construyendo
lo permanente, no lo efímero. De allí la maestría destacada por su facultad de
enfrentar la anticultura de lo “urgente” sobre lo “importante”. Y
elucidar el culto mediático por lo instantáneo y lo fugaz para borrar la
memoria colectiva. Su testimonio irrefutable evita la banalidad que no
constituye recuerdo, ayudando a preservar el patrimonio público de la
conciencia nacional.
Buenos Aires, 14 de
septiembre de 2017.
Julián Licastro
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