ALAN GARCÍA: LUCES Y SOMBRAS
EN UNA TRÁGICA DECISIÓN
En contraste
con la cobardía de quienes, recibiendo mayores sobornos de Odebrecht,
manipularon la “justicia” y los medios para forzar sobreseimientos espúreos.
Lo conocí
durante mi exilio en Lima y luego lo traté como funcionario en Perú. Hijo
político dilecto del Víctor Raúl Haya de la Torre que escribiera “El antiimperialismo y el
APRA”, y quien luego fuera liberado de su largo asilo en la Representación
colombiana, por presión de EE.UU., con el compromiso de frenar la proyección
del peronismo histórico en Perú, mediante la Asociación de
Trabajadores Latino Americanos Sindicalizados (ATLAS).
El primer Alan
superó a su maestro con una obra sobre la nefasta ingerencia del FMI, y los
bancos ligados al extranjero, para saquear la Argentina. Me solía decir:
“ustedes tienen el Movimiento, pero nosotros tenemos el País”, refiriéndose al
condicionamiento austral argentino, para irradiar plenamente su modelo de
desarrollo soberano.
De origen modesto,
poseía una oratoria eximia, una memoria prodigiosa y un carisma arrasador. Su
enemigo principal fue Mario Vargas Llosa, del cual el Representante del Brasil
decía abiertamente era financiado por Odebrecht. No hace mucho el mismo Vargas
dijo, públicamente, que había que “premiar” a Odebrecht por ayudar a
desenmascarar la corrupción en nuestro continente.
Un Vargas
Llosa primero aprista y luego marxista que, como todo converso, devino
ferozmente liberal y autorrefugiado en España, aunque siempre inferior ante la
literatura magistral y la visión auténtica de Gabriel García Márquez.
Estos
recuerdos claro-oscuros no eluden los errores de una prolongada vocación
política que abrazó muy temprano. Y se extendió en los años tumultuosos y
contradictorios de una época de dictaduras, transiciones y conceciones
excesivas.
Su polémico
coraje alivió a su familia y el peso del alto cargo democrático ejercido. “Soy
cristiano. Creo en la vida después de la muerte. Y espero tener un pequeño
sitio en la historia del Perú”. Fueron sus últimas palabras.
Buenos Aires, 18 de abril de 2019.
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