jueves, 10 de septiembre de 2009

III. La“regionalización” del hegemonismo


La hegemonía bélica como custodia de la globalización asimétrica


El fenómeno de la globalización que se acentuó en las últimas décadas, planteando de hecho una “interdependencia” de todos los países a nivel mundial, ha significado un avance asimétrico de los diferentes estados nacionales, en cuanto a fortaleza y prosperidad. En síntesis, ha hecho más ricos a los ricos y más pobres a los pobres por basarse en un sistema sólo aparentemente neutral, impulsado por la “tecnología” como sustituto de las ideologías decadentes del siglo XX: el capitalismo salvaje y el socialismo totalitario.

En realidad, la globalización -como expresión de la expansión ilimitada de las corporaciones transnacionales- no tuvo ni tiene un modelo correlativo en lo político e institucional, a diferencia del capitalismo tradicional ligado directamente a la ideología liberal y al régimen de la democracia representativa; al margen de los vacíos y limitaciones en la práctica histórica de este modelo “demoliberal” en los países dependientes

Hoy, la falta de reglas mínimas de funcionamiento del “orden” internacional -subrrogado por la apología de la técnica, la información monopólica de los grandes medios -también transnacionales-, y la actuación de una burocracia tecnocrática por encima de la soberanía de los estados- ha aumentado la confusión, y aún el caos, en las relaciones internacionales. Esto explica el cúmulo de reuniones cumbres, con diferentes siglas y denominaciones, que tratan de cubrir el vacío de coherencia geopolítica actual.

Pero el visible desorden internacional que sufrimos, encubre una estructura funcional de poder, que se ha construido de facto, siguiendo dos vías distintas pero complementarias. Por un lado, objetivamente, la creación de espacios diferentes, y de algún modo libres de la influencia polarizante de la Guerra Fría; y por el otro, estratégicamente, la aparición de un pensamiento militar unipolar, dispuesto a brindar una estructura de contención, vigilancia y dominio de esa realidad, propia de una nueva etapa histórica.


La tesis de la guerra permanente o perpetua


Como consecuencia, el poder bélico de la primera potencia del mundo, producto del desarrollo hipertrofiado de un proyecto nacional realizado, brindó prácticamente la única estructura funcional para la utopía del gobierno mundial. Esta función de gendarme global, llevó al Pentágono a un despliegue tan costoso como ilimitado, donde todo se percibió como riesgo, peligro o amenaza; incluyendo situaciones antes cubiertas por las fuerzas policiales o la defensa civil [las llamadas “nuevas amenazas a la seguridad”].

De allí surgieron los enormes presupuestos de defensa, al que accedieron las grandes corporaciones que “privatizaron” los servicios armados; y que aún concurren -desde la especulación económica- a la gestación de las “hipótesis de guerra” fundadas en concepciones controvertidas y polémicas, como la guerra preventiva [Bush] y las guerras elegibles u opcionales referidas a la tesis del conflicto armado permanentemente o perpetuo.

Sin embargo, el desarrollo histórico, como siempre, no se produjo en una sola dirección, según suelen predecir las ideologías, sino en formas variadas y en distintos lugares del mundo, siguiendo la dinámica fructífera de la vecindad geográfica y la identidad cultural. Así nacieron los proyectos nacionales de alcance regional y la integración, formalizada o no, de países afines. Indudablemente, el primer caso notable fue la Europa de postguerra, con una unión que -a partir del núcleo franco-alemán- no ha dejado de crecer, a pesar de sus problemas institucionales que interesan poco a los ciudadanos comunes.

En el mismo sentido, surgieron los países del grupo BRIC -Brasil, Rusia, India y China- hoy convocados a un nivel superior de participación en los organismos mundiales relativos al sistema financiero y al esquema de seguridad internacional [FMI, BM, ONU, etc]. Incluso Japón, ubicado entre los tres primeros países de poder económico, ha dado un giro histórico de incalculables consecuencias, comparable a la unificación alemana, con el recambio electoral del partido aliado de EE.UU. por décadas, debido al largo duelo de su rendición en la II Guerra Mundial, bombardeo atómico mediante.

El primer Ministro entrante, Yukio Hatoyama, quiere negociar un acuerdo diferente sobre las importantes bases militares estadounidenses establecidas en territorio nipón, que Washington se ha apresurado a descartar. De todas formas, los analistas especializados, al destacar la cómoda victoria del Partido Democrático -que logró 308 de los 480 escaños en juego- proyectan un horizonte más asiático y menos occidental para Tokio que, presionado por los electores y activistas de centroizquierda, tendrá que tomar distancia de Washington y Jerusalem.

Es un nuevo factor de reacomodamiento en la tendencia al multipolarismo mundial, que los sectores más duros del Pentágono ven con desconfianza; de manera similar a la nueva aproximación de la Unión Europea a Rusia, ésta última impulsada por una doctrina nacional con sus propias perspectivas en su radio de acción geopolítica. Esta aproximación europea se patentizó con la admisión, por parte del ministro francés de asuntos europeos, acerca del error estratégico que implicó extender la OTAN a Georgia y Ucrania. Error, no sólo por la inestabilidad política interna de ambos países -ex integrantes de la URSS- sino por la provocación que, de hecho, significó para una potencia como Rusia, con un aparato militar muy cercano y nada desdeñable, y de la cual Europa depende en su provisión de petróleo y gas.

La “regionalización” del dominio global

Este es el marco superior de la situación en el que debe analizarse la intención ulterior del hegemonismo de establecer una plataforma operativa, de alcance continental, con 7 bases conjuntas y combinadas en Colombia, cuyo gobierno es considerado el principal aliado militar en la región. Esta decisión, como lo hemos señalado, comprende una “regionalización” de las fuerzas globalizadas. En efecto, siguiendo la línea estratégica de tono imperial que, después de la guerra, adoptó EE.UU. con la OTAN y su amplio dispositivo de bases, lo cual la convirtió en una “potencia europea”, deben entenderse las posteriores operaciones en Corea, Vietnam, Irak y Afganistán, que le otorgaron la condición de “potencia asiática”.

De igual modo, ante el estímulo para la autonomía relativa implícita en la nueva flexibilidad geopolítica, brindada por la postguerra fría desde 1989, y vista la tendencia regional a la integración -empezando por lo económico y comercial [tipo Mercosur]- EE.UU. intentó alcanzar también una especie de “doble ciudadanía” latinoamericana, por la vía de los Tratados de Libre Comercio [TLC], administrados en directo por Washington. Finalmente, la creación de la Unasur, con objetivos políticos y de defensa de alcance estratégico, decidió este paso militar norteamericano que supera en mucho el reciente rediseño del Comando Sur y la reactivación de la IV Flota, proyectos resistidos mayoritariamente por nuestros gobiernos.

En el contexto descripto, es más fácil interpretar algunas exposiciones efectuadas anteriormente por autoridades del Comando Sur, especialistas en operaciones especiales, que se han referido a las “lecciones de la Guerra en Irak”, para tenerlas en cuenta en próximas expediciones militares. En una amplia gama de criterios más políticos que castrenses, se recomienda en ellas: el estudio y la comprensión de la identidad cultural del país ocupado; el conocimiento de su idioma; el bajo perfil de las tropas y su proceder discreto frente a la sensibilidad de la sociedad; las tareas de apoyo civil ante problemas de extrema necesidad de la población; y obviamente, el respeto a los derechos humanos

La idea es lograr una mímesis y convivencia con la comunidad local, conociendo sus estructuras internas de organización y liderazgo, hasta el nivel más profundo posible, como base de un trabajo de inteligencia de mayor precisión y detalle; a fin de manejar sus posibilidades y contradicciones. Al mismo tiempo, se pretende reducir el número de bajas inocentes, llamadas “daños colaterales”, a fin de no dar motivos de irritación y rechazo, capitalizables por las fuerzas de resistencia y su sistema de reclutamiento y apoyo.

De Bariloche a Quito

El pacto suscripto por el Presidente Alvaro Uribe, otorga un “permiso” operativo, necesario e indiscutible, en los términos del derecho soberano acotado al territorio nacional, en la etapa previa a la consolidación de la unión regional. Situación que implica una política de hechos consumados, y ahora obliga a establecer, recién a futuro, el marco normativo de las alianzas militares extra-regionales que pudieren corresponder a la defensa común cooperativa.

A partir de aquí tenemos las respuestas individuales por cada estado-miembro de la Unasur. Venezuela, por ejemplo, eligió la vía de una gira muy amplia del presidente Hugo Chávez, especialmente a países árabes opuestos frontalmente a EE.UU. Ecuador por su parte, además de una dura denuncia de la actitud colombiana, relacionándola con el negocio del “control” del tráfico de drogas, solicitó el apoyo de Brasil, previo acuerdo institucionalizado, para modernizar sus fuerzas armadas.

Brasilia ha aclarado que el debate por estas bases recién comienza y será largo; además de ratificar y difundir mediáticamente su resolución para grandes inversiones en equipamiento bélico. Por esta razón el presidente Lula, principal interesado en la continuidad de la Unasur, ha preferido destacar los pasos positivos dados en la reunión de Bariloche, aclarando que “no hay salida individual para ningún país del continente”. Asimismo, señaló la importancia de un Consejo Suramericano de Combate al Narcotráfico, para asumir su responsabilidad en conjunto sin la injerencia de fuerzas extra-regionales.

Por lo demás, la importante visita de estado del presidente Nicolás Sarkozy cerró el acuerdo franco-brasileño de equipamiento militar moderno a gran escala, donde el factor clave fue la “transferencia de tecnología”, denegada por Washington en su oportunidad. El proyecto, así consolidado, incluye ubicar una nueva escuadra en el estuario del Río Amazonas; además de adquirir aviones, helicópteros, submarinos y buques por miles de millones de dólares, que según Lula, en los próximos 15 años, “transformarán a Brasil en una verdadera potencia”.

La próxima reunión del Consejo Suramericano de Defensa -el organismo específico de nivel ministerial de la Unasur- a realizarse en Quito, constituirá un eslabón clave de ésta discusión fundamental para lograr una identidad realmente regional en seguridad internacional. Entre otros asuntos importantes, habrá que asegurar que ningún acuerdo militar, como el de Colombia con EE.UU., pueda amenazar a los otros países fundadores de la unión; y aún dar garantías jurídicas, ante cualquier duda, para recurrir a la OEA y a otros foros internacionales. Como se ve, es una forma activa, superando estos problemas iniciales, de construir el capítulo de defensa de la integración, porque sin él toda unidad reducida a lo económico es débil y, a la larga, improcedente.

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