1.
RESPETAR LA DIGNIDAD DEL
TRABAJO
Nuestra doctrina
nacional se inspira en los valores del trabajo, que no vienen de un relato
ideológico estéril, sino de la experiencia del esfuerzo fructífero. Esta
concepción es, a la vez, idealista para proyectar grandes objetivos y realista
para encararlos con “sabiduría y prudencia”.
El poder social no
es mando sino vocación de servicio, donde las ideas no se imponen, se exponen y
la persuasión no significa vencer sino convencer. En este enfoque democrático,
la justicia social no exige sumisión ni violencia, sino convicción en la evolución inexorable del
pueblo “artífice de su propio destino”.
Construir
comunidad requiere responsabilidad, tanto en sentido personal como colectivo:
sabiendo que la vanidad diluye la responsabilidad y la codicia la mata. Y
consolidar ciudadanía supone partir de una identidad política bien definida,
pero sin iluminados ni arrogantes que la desmienten con su sectarismo.
Es el momento
crucial para crecer con prédica, formación y planificación: herramientas
estratégicas para descartar toda improvisación frustrante y toda descoordinación desgastante. Por
definición, la dignidad del trabajo nunca traiciona. Traicionan la egolatría
del mal dirigente, la especulación del mal empresario, la insensibilidad del
mal funcionario y la tecnocracia que ignora el arte superior de la conducción.
Lograr una
conducción de excelencia no justifica la inacción de los cuerpos orgánicos. Por
el contrario, exige emulación en presencia, energía y dedicación en cada lugar
operativo de nuestro despliegue. Una organización de calidad es producto del
nivel de sus dirigentes y cuadros, que
deben capacitarse constantemente y mantener una perspectiva abierta y
abarcadora.
Establecer una pedagogía de diálogo y crítica
constructiva
Lo correcto es
establecer una pedagogía interna, en nuestra expresión de pensamientos y
sentimientos, para constituir una organización sólida y fraterna. Como reza el
evangelio, la búsqueda de la verdad nos hará libres. Y esta libertad nos
permitirá coordinar una unidad esencial resguardando la diversidad.
Es una
participación con múltiples iniciativas, diálogos y propuestas,
para un avance mancomunado. No es juntar por juntar, sino unir en la idea y la
acción. No es actuar con amenazas y presiones, sino priorizando alicientes y
aspiraciones. Una reflexión recíproca permanente que se potencia en la voluntad
sincera de compartir.
La igualdad
republicana tiene que existir como hecho práctico y efectivo, con equidad para
todos los argentinos. En tal sentido, el peor defecto de la política es el
“círculo de poder” que se convierte en partido dentro del partido y en estado
dentro del estado.
La crítica
constructiva y la corrección mutua, en los ámbitos que corresponda, soslaya a
los aplaudidores y a los sofistas que suelen presentar fracasos evidentes como
éxitos engañosos. Debemos integrarnos a un contingente lo más grande posible
para realizar las tareas pendientes, que exceden a un solo encuadramiento
político o gremial.
Apoyar la construcción de un liderazgo de trabajo
Tenemos que ocupar
nuestro lugar con humildad y firmeza, virtudes demostradas con abnegación
y traducidas en obras concretas de
nuestra voluntad de acción. El cambio y la transición abren una posibilidad
extraordinaria que depende de nosotros mismos. Nadie hará nuestra tarea y nada
afectará nuestra fe.
Llegó la hora de
distinguir al verdadero peronismo del “pejotismo”, que ensaya un simulacro
partidista, negando el voto de las bases y encubriendo mariscales de la derrota
e imputados por corrupción de estado. Apoyemos la construcción de un liderazgo
de trabajo que conduzca con el ejemplo, y tenga visión estratégica para dar
sentido nacional a la gestión de un gobierno concertador y no excluyente.
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