martes, 21 de junio de 2016

5. DISTRIBUIR SOCIALMENTE CON RESPALDO PRODUCTIVO



5. DISTRIBUIR SOCIALMENTE CON RESPALDO PRODUCTIVO

Una comunidad tiene un plan de vida que proyecta progresivamente un destino compartido. Esta esperanza teje la trama de una visión cultural propia; y  define un hacer integral, no acotado a la  actividad económica. La naturaleza del poder  para reactivar una comunidad en receso, que es lo opuesto a progreso, llama a un cambio estructural de amplia convocatoria. Cambio en el pulso evolutivo de la mayoría, que primero reflexiona consigo misma para calibrar los esfuerzos que afrontará en esta etapa.

De otro lado, se insinúa el “estilo de conducción” capaz de orientar y canalizar el empeño de nuevas energías sociales. Todo lo cual va determinado un tipo de liderazgo distinto, con las aproximaciones consiguientes. Esto ocurre en muchos países, cuyos partidos principiantes, emergentes de la crisis de representación, tienen dificultades para formar gobiernos con respaldo  parlamentario suficiente.

Como el momento es histórico, y no simplemente político, el sistema que al final se impone suele sorprender a los propios candidatos. Especialmente cuando, obligados por el apremio de los reclamos sociales, toman distancia de su sector de origen para identificarse con los objetivos del conjunto. Esta es la prueba existencial que los desafía en su intimidad, porque sin abnegación personal para servir al bien común les espera el fracaso.

El liderazgo de reconstrucción

El liderazgo de reconstrucción  siempre corresponde a las características del estadista, y nunca del politiquero o del tecnócrata. Es decir, hay que aprender a encarnar una síntesis particular de virtudes con convicciones firmes, autoridad moral y persuasión constante, sin reacciones abruptas o intempestivas.

Aquí no corresponde un concepto del poder como sustantivo -“tener poder”- , sino como verbo –“poder hacer”- , a fin de unirse a la potencia ciudadana que rige en el núcleo de realización de la comunidad. Ella expresa satisfacción en las acciones producto de la cercanía y la consulta de los dirigentes, a diferencia  de la actitud arrogante y la manipulación.

Las dificultades económicas complican el funcionamiento de la democracia que hay que mantener; evitando que la legalidad de origen de un gobierno elegido constitucionalmente, se desvirtúe en el ejercicio de sus funciones. De allí el gradualismo en las medidas de impacto social, y el auxilio de la concertación para conferir al sistema representativo un mayor sustento institucional.
 
Lo contrario es lo habitual de las dictaduras civiles o militares, que confunden poder político con mando, y propiedad económica con apropiación. Contradicción no inocente, sino deliberada, que traza el camino decadente de la corrupción y la malversación impunes.

En nuestro continente, que detenta la mayor desigualdad social comparada, estas desviaciones del régimen democrático, y su interrupción golpista, han sido sinónimo de opresión y subdesarrollo. Círculo vicioso a superar con una cultura del trabajo actualizada, integrada y concertada. El trabajo, ubicado en la conjunción de producción y educación, fomentando una democracia participativa por el anhelo  de justicia, progreso y pacificación.
Como se ve, no es un cambio “de” cultura que niega nuestra génesis  espiritual, sino un cambio “en” la cultura que retoma y potencia las fuentes nutricias de nuestra nacionalidad. Y que, en el nivel presidencial, demanda fuertes obligaciones para ofrecer una gestión correcta, y una agenda con políticas de estado de gran relieve. Porque el anuncio de programas pequeños, siendo útiles en su localidad, no alcanza para despertar un entusiasmo de dimensión territorial para el despegue.

Toda la Argentina está esperando éxitos en la lucha contra el flagelo de la inflación; la creación sostenida de puestos de trabajo;  la restauración de la seguridad física y jurídica; la mejoría en los servicios públicos. Y aguarda atentamente, por la sucesión de escándalos conocidos, las medidas efectivas que ataquen la criminalidad económica y financiera que perpetró la fuga del capital ganado aquí para invertirlo en otra parte.

Ampliar la infraestructura de nuestra modernización

El agotamiento de este ciclo antiguo, pero acelerado por la voracidad de la última década, ha demostrado los límites de la distribución social sin respaldo productivo y el daño ocasionado a las reservas por el consumismo exacerbado.  Ahora avanza un enfoque centrado en la inversión de capitales “repatriados”, pero que deben asignarse al desarrollo y no inclinarse a la especulación.

Esta decisión permitirá la recuperación y la ampliación de la infraestructura  imprescindible  de “nuestra” modernización y competencia; evitando que las divisas se filtren nuevamente en el  esquema perverso de la especulación y la distorsión abusiva del tipo de cambio. Porque ambos extremos: consumismo y especulación, destruyen con su ilusionismo la estructura realista y virtuosa de una cultura del trabajo.

Por eso hablamos de elaborar la “agenda” de gobierno adecuada, que es el plan racional y completo que verifica un rumbo estratégico. El cumplimiento a largo plazo, pero con metas escalonadas en el tiempo, más allá de todo discurso proselitista, fortalecerá la confianza política y la adhesión social, con la consigna “mejor que prometer es hacer”, posibilitando la culminación de una transición definida. Única forma, sin margen de engaño, para pasar de la lógica negativa de la crisis recurrente, a la lógica positiva de la realización constante.





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