martes, 21 de junio de 2016

6. FORMAR ESTADISTAS ANTE EL DESAFÍO HISTÓRICO



6. FORMAR ESTADISTAS ANTE EL DESAFÍO HISTÓRICO

No somos el único pueblo que siente la necesidad de contar con auténticos estadistas para salir de la crisis, luego de sufrir la teatralización de liderazgos sin sustancia estratégica ni ética pública. Con este antecedente, sería incomprensible que un nuevo equipo, puesto a enrumbar el país, desconozca la esencia de la conducción política. Porque ella es la única que, desde la fundación clásica de la democracia, dispone de los métodos específicos para gobernar la comunidad: la “polis”.

Maestría de validez universal, que no puede compararse a los criterios menos abarcadores de la dirección ejecutiva de empresas. Sería  ignorar la definición de Perón sobre “la conducción como hecho humano y no técnico”, superadora de la politiquería burocrática y del aislamiento tecnocrático; porque ambos extremos naufragan en la complejidad de las relaciones sociales contrapuestas.

Esto es así porque la dimensión integral de las vinculaciones comunitarias, sin dejar de considerar la importancia del sustento material y sus combinaciones utilitarias, se eleva naturalmente a otros niveles: en el  plano espiritual de las creencias profundas, el plano simbólico de la expresión y el lenguaje, y el plano creativo de la cultura y sus pautas de personalidad definida.

La representación con sentido de pertenencia

El principio de representación no puede alejarse “intelectualmente” de esos caracteres reales, al precio de un discurso abstracto y una actitud autista, indiferente a la realidad de quienes defienden su verdad frente a lo extraño. Por lo cual, esos representantes elegidos o designados en pura formalidad, tienen que asumir el plexo axiomático del sentido  llano de pertenencia, que culmina en un cariz político.

Entre estos valores se destacan  los que hacen al trabajo como determinación cultural y no sólo mercantil. Porque el trabajo es factor de organización social y manifestación concluyente de la vocación de servicio recíproca que anima a la mayoría de los integrantes de las formaciones gregarias persistentes.

Conclusiones éstas que exceden los estudios sociológicos, por la comprensión histórica, incorporada en el tiempo de la evolución humana, que acepta las “modas” sin dejar de considerarlas efímeras. Por lo demás, lo importante de esta evolución se sedimenta en el marco de las estructuras institucionales, que también actualizan las herramientas de su praxis.

¿De dónde viene entonces este afán antipolítico, con cierto tono generacional de jóvenes y no tan jóvenes? Viene del hartazgo de padecer las falencias de una partidocracia decadente que sólo actúa en su propio beneficio. Viene también de ciertos filósofos hedonistas, de poses mediáticas inocuas, y de asesores creídos que aconsejan al revés y habrían llevado a la derrota electoral, de no mediar el aporte certero de dirigentes aliados y sindicalistas lúcidos.

El sistema político de participación sin duda debe renovarse y depurarse pero no postergarse. Y menos eliminarlo en aras de la reedición de grupos “ilustrados”; porque  “todos debemos ser artífices del destino común, pero ninguno instrumento de la ambición de nadie”.

La participación fortalece la comunidad y la conducción potencia la participación. Reglas simples de una filosofía de la vida que alienta, simultáneamente, la acción y la reflexión, para prevenir el contagio de tesis erróneas en la difusión del proyecto.

Un Estado eficaz pero no estatista

Para lograr la convivencia nacional hace falta un estado eficaz, pero no estatista, y gobernantes atrayentes pero no excluyentes. Esto es lo nuevo y bueno que apunta a la interlocución válida de la concertación económica y social. Una mesa de diálogo libre acompañada oficialmente para coordinar el debate y ayudar a encontrar el consenso posible. Base para planificar el corto, mediano y largo plazo, sin “paquetes” de medidas que antes deben consultarse.

Esta planificación indicativa y participada requiere un cambio en la cultura de la empresa y en la mentalidad de sus ejecutivos, para apreciar el apoyo de las organizaciones gremiales en la promoción y la capacitación del empleo. De este modo, una producción nacional en cantidad y calidad adecuadas, instalará algo beneficioso para todos: la presencia prestigiada de la Argentina en el continente y en el mundo.

La mejor forma del respeto es el afecto

No hay política vieja y política nueva, hay política mala y política buena según el comportamiento de sus actores. No todo lo anterior es desechable, ni todo lo actual es excelente. Lo que se debe valorar es la vigencia atemporal de la conducción como arte, que tiene principios permanentes, adaptables a las circunstancias fácticas de cada época.

Algunos de estos principios todavía no son parte activa del funcionamiento gubernamental, pero tendrán que incorporarse en razón de su eficacia operativa. Como el principio de unidad de concepción y de acción; la coordinación y cooperación del trabajo en equipo; la selección y priorización de objetivos y metas; la capacidad de resolución seguida de ejecución y control; y la coherencia de los lineamientos políticos elegidos para acumular el afecto estratégico de una conducción superior.

La concertación, que con sus vaivenes y reproches cruzados, se está intentando, no puede reducirse únicamente a concesiones políticas por asignación de recursos materiales muy evidentes. Hace al interés nacional  un grado efectivo y sólido de convicción en la construcción del país, y el lugar que se ocupa con certidumbre en la instancia de reactivarlo. De modo que el axioma de Perón se cumpla aumentando el respeto recíproco de todos los participantes y sectores involucrados, fortaleciendo, a su vez, la estructura institucional y la autoridad persuasiva de sus más altos dirigentes.



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