6.
FORMAR ESTADISTAS ANTE EL DESAFÍO HISTÓRICO
No somos el único pueblo
que siente la necesidad de contar con auténticos estadistas para salir de la
crisis, luego de sufrir la teatralización de liderazgos sin sustancia
estratégica ni ética pública. Con este antecedente, sería incomprensible que un
nuevo equipo, puesto a enrumbar el país, desconozca la esencia de la conducción
política. Porque ella es la única que, desde la fundación clásica de la
democracia, dispone de los métodos específicos para gobernar la comunidad: la
“polis”.
Maestría de validez
universal, que no puede compararse a los criterios menos abarcadores de la
dirección ejecutiva de empresas. Sería
ignorar la definición de Perón sobre “la conducción como hecho humano y
no técnico”, superadora de la politiquería burocrática y del aislamiento
tecnocrático; porque ambos extremos naufragan en la complejidad de las
relaciones sociales contrapuestas.
Esto es así porque la
dimensión integral de las vinculaciones comunitarias, sin dejar de considerar
la importancia del sustento material y sus combinaciones utilitarias, se eleva
naturalmente a otros niveles: en el
plano espiritual de las creencias profundas, el plano simbólico de la
expresión y el lenguaje, y el plano creativo de la cultura y sus pautas de
personalidad definida.
La
representación con sentido de pertenencia
El principio de
representación no puede alejarse “intelectualmente” de esos caracteres reales,
al precio de un discurso abstracto y una actitud autista, indiferente a la
realidad de quienes defienden su verdad frente a lo extraño. Por lo cual, esos
representantes elegidos o designados en pura formalidad, tienen que asumir el
plexo axiomático del sentido llano de
pertenencia, que culmina en un cariz político.
Entre estos valores se
destacan los que hacen al trabajo como
determinación cultural y no sólo mercantil. Porque el trabajo es factor de
organización social y manifestación concluyente de la vocación de servicio
recíproca que anima a la mayoría de los integrantes de las formaciones
gregarias persistentes.
Conclusiones éstas que
exceden los estudios sociológicos, por la comprensión histórica, incorporada en
el tiempo de la evolución humana, que acepta las “modas” sin dejar de
considerarlas efímeras. Por lo demás, lo importante de esta evolución se
sedimenta en el marco de las estructuras institucionales, que también
actualizan las herramientas de su praxis.
¿De dónde viene entonces
este afán antipolítico, con cierto tono generacional de jóvenes y no tan
jóvenes? Viene del hartazgo de padecer las falencias de una partidocracia
decadente que sólo actúa en su propio beneficio. Viene también de ciertos
filósofos hedonistas, de poses mediáticas inocuas, y de asesores creídos que
aconsejan al revés y habrían llevado a la derrota electoral, de no mediar el
aporte certero de dirigentes aliados y sindicalistas lúcidos.
El sistema político de
participación sin duda debe renovarse y depurarse pero no postergarse. Y menos
eliminarlo en aras de la reedición de grupos “ilustrados”; porque “todos debemos ser artífices del destino
común, pero ninguno instrumento de la ambición de nadie”.
La participación fortalece
la comunidad y la conducción potencia la participación. Reglas simples de una
filosofía de la vida que alienta, simultáneamente, la acción y la reflexión,
para prevenir el contagio de tesis erróneas en la difusión del proyecto.
Un
Estado eficaz pero no estatista
Para lograr la
convivencia nacional hace falta un estado eficaz, pero no estatista, y
gobernantes atrayentes pero no excluyentes. Esto es lo nuevo y bueno que apunta
a la interlocución válida de la concertación económica y social. Una mesa de
diálogo libre acompañada oficialmente para coordinar el debate y ayudar a
encontrar el consenso posible. Base para planificar el corto, mediano y largo
plazo, sin “paquetes” de medidas que antes deben consultarse.
Esta
planificación indicativa y participada requiere un cambio en la cultura de la
empresa y en la mentalidad de sus ejecutivos, para apreciar el apoyo de las
organizaciones gremiales en la promoción y la capacitación del empleo. De este
modo, una producción nacional en cantidad y calidad adecuadas, instalará algo
beneficioso para todos: la presencia prestigiada de la Argentina en el
continente y en el mundo.
La mejor forma del respeto es el afecto
No hay política
vieja y política nueva, hay política mala y política buena según el
comportamiento de sus actores. No todo lo anterior es desechable, ni todo lo
actual es excelente. Lo que se debe valorar es la vigencia atemporal de la
conducción como arte, que tiene principios permanentes, adaptables a las
circunstancias fácticas de cada época.
Algunos de
estos principios todavía no son parte activa del funcionamiento gubernamental,
pero tendrán que incorporarse en razón de su eficacia operativa. Como el
principio de unidad de concepción y de acción; la coordinación y cooperación
del trabajo en equipo; la selección y priorización de objetivos y metas; la
capacidad de resolución seguida de ejecución y control; y la coherencia de los
lineamientos políticos elegidos para acumular el afecto estratégico de una
conducción superior.
La
concertación, que con sus vaivenes y reproches cruzados, se está intentando, no
puede reducirse únicamente a concesiones políticas por asignación de recursos
materiales muy evidentes. Hace al interés nacional un grado efectivo y sólido de convicción en
la construcción del país, y el lugar que se ocupa con certidumbre en la
instancia de reactivarlo. De modo que el axioma de Perón se cumpla aumentando
el respeto recíproco de todos los participantes y sectores involucrados,
fortaleciendo, a su vez, la estructura institucional y la autoridad persuasiva
de sus más altos dirigentes.
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