martes, 21 de junio de 2016

3. CONCERTAR PARA DEMOCRATIZAR



 3. CONCERTAR PARA DEMOCRATIZAR

 El trabajo es el principal organizador de una comunidad edificada con los valores de la dignidad y la solidaridad. Sin trabajo la democracia perece por la falsa antinomia entre autoritarismo y anarquía. Por esta razón, una “democracia de trabajo” aleja la violencia y atrae intenciones de consenso y participación.

La república, como sinónimo de equidad, convoca e interpela a empresarios, trabajadores y funcionarios para lograr, con responsabilidad, los fines de la concertación productiva. En ella, la   justicia social manifiesta una pertenencia que construye unidad y exige educación; implicando deberes y derechos que, más allá de proclamarse,  deben legislarse con ecuanimidad.

Mejor que discutir es debatir y mejor que confrontar es concertar; ejerciendo  una persuasión recíproca y mutua para establecer los criterios de un destino común, que acepta la diversidad legítima de los interlocutores. Toda lucha, por más intensa que parezca, debe librarse en el marco democrático establecido: “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”.

Hay que organizar un “diálogo institucional” abierto y transparente, para diseñar una política de desarrollo económico y social sustentable. Sin  esta política equilibrada, el “populismo”, en el balance de una década, contrastó su relato ideológico con malos procedimientos y malos resultados, generando más pobreza.

En la cultura del trabajo la solución no es el subsidio, sino el empleo genuino, en blanco, y protegido por las leyes laborales, las organizaciones gremiales y las obras sociales. Una concertación obtenida con alicientes e incentivos, no con penalizaciones, siempre prevalecerá sobre la arbitrariedad de cualquier individuo o sector.

Reformas urgentes a favor de la producción y el trabajo

La desigualdad inducida por un sistema prebendario, que concentra sus polos de riqueza extrema y pobreza extrema, urge reformas en el área educativa, tributaria, laboral y de seguridad social. La educación, antes que nada,  precisa convertir la igualdad ante la ley en “igualdad de oportunidades”,  mediante el apoyo espiritual, la formación profesional y la capacitación técnica en el  mundo del trabajo.

- El régimen tributario tiene que corregir el grave desfasaje entre la evasión fiscal de los poderosos y la opresión fiscal de los ciudadanos, para salir de su insuficiencia recaudatoria  en materia previsional y asistencial.
- En el área laboral se combatirá la precarización del empleo y las innumerables maniobras “legales” de instrumentación de períodos de prueba sin destino, suspensión de personal, reducción de turnos, jubilación anticipada, etc.
- La seguridad social se regirá por la  ley respectiva, sin medidas discrecionales de los gobernantes de turno, que incumplen las normas.

La acumulación irracional de poder económico y político, señala la obligación de una ética pública atenta a las necesidades del conjunto social. Pero hay que advertir que, con la excusa del “poder social”, pueden derivarse acciones reivindicativas improcedentes a nuevos circuitos de manipulación popular.

Un cuerpo unificado de legislación laboral y conexa

La concertación hace a la seguridad física y jurídica necesaria para salir de la emergencia económica y ocupacional con inteligencia decisoria, inversiones productivas y promoción de los trabajadores.

En su momento, habrá de evaluarse la conveniencia de articular en un cuerpo unificado toda la legislación laboral y conexa, superando la dispersión actual. Este “corpus”, lejos de conculcar derechos, aumentando la conflictividad social, complementaría sus contenidos para estimular y sostener la generación de  condiciones creadoras de trabajo.

Convertir lo sufrido socialmente en experiencia y cultura política, ha sido siempre la llave de acceso a una mejor calidad de vida, respaldada en instituciones sólidas. No expuesta, por lo tanto, al juego de apariencia y realidad de los relatos ideológicos, las maniobras proselitistas y las concesiones discrecionales del oportunismo.

Un futuro de prosperidad es posible, manteniendo un temperamento austero, no afecto a la ostentación y el despilfarro con que, en periodos anteriores, se perdieron oportunidades inéditas. De allí la importancia que recobra una participación consciente y sincera, sin consignas excesivamente optimistas o ingenuas.

La crisis, como síntesis de limitación y posibilidad, destaca la voluntad de quienes quieren colaborar  de alguna manera con la gestión actual; y de aquellos que, recusando las trampas de los resentidos, desean ejercer una vigilancia responsable del poder según las “políticas de estado” prometidas en la campaña electoral.






















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