4.
OPTAR POR EL GRADUALISMO
Y
LA
ESTABILIDAD INSTITUCIONAL
El impulso referido a la
teoría y práctica social de concertar
proviene de toda una filosofía política, que se aplica sobre la evolución de
las circunstancias. En crisis graves, además, la concertación puede emplearse
como un catalizador del reordenamiento institucional, postergado
burocráticamente en periodos de menor tensión.
Un país realizado es un
país concertado. En él se comparten principios y valores, como no ocurre donde
prima la división y el retardo. Por eso,
una educación para concertar tiene que prever con detalle los pasos a seguir, y
asimilar las desconfianzas y retrasos de un contexto aún incapaz de armonizar
expectativas e intereses.
Corregir
desviaciones políticas y morales inaceptables
Las tendencias centrifugas
de una sociedad fracturada suelen llevar al fracaso, uno tras otro, a supuestos
proyectos y supuestos equipos, porque el trastorno del desencuentro es general.
Inventar un nuevo “relato”, para establecer cierto hegemonismo, tampoco es
válido, cuando la diversidad existente reclama una conducta distinta,
convergiendo los liderazgos parciales en una finalidad superior.
Obviamente, nadie puede
pretender congelar las contradicciones que movilizan la dinámica social: ellas
sólo desaparecen con la propia comunidad que las contiene. Pero es deseable
alcanzar un relativo nivel de estabilidad como alternativa a un enfrentamiento
prematuro, confuso y desbordado.
Entre las contradicciones a
mediar se encuentra el desfasaje de fuerzas, de tradición mayoritaria, con
grupos que hoy tienen más capacidad de interferir que de conducir. Pues, antes
de proponerse para el gobierno nacional, precisan corregir desviaciones
políticas y morales inaceptables.
Ante el cúmulo de problemas
a resolver, las posiciones de antemano fatalistas o facilistas resultan por
igual inconvenientes. El tema es perfilar con claridad la post-crisis, sin
retórica hueca, e imaginar el camino accesible para llegar a ese ideal. La
tarea específica consiste en convocar y consolidar espacios de compromiso real,
para generar riqueza suficiente y distribuirla con equidad; sin marginados ni
excluidos.
Se requiere paciencia y
mucha habilidad para lograr una respuesta estructural, no voluntarista sino
efectiva, consiguiendo un producto final de presiones muy distintas,
articulando el empuje de esas mismas presiones. En tal instancia, las
actuaciones volubles, mezquinas o poco sinceras quedarán fácilmente en
evidencia y sancionadas públicamente por agudizar la crisis.
Concertar presupone
desconcentrar y descentralizar muchas decisiones, enmendando una mala praxis
arraigada en centros de poder “autosuficientes”, que luego se desmoronan
rápidamente. De igual modo, es menester descartar el burocratismo que
multiplica los laberintos de trámites ociosos como mecanismo de corrupción
oficial impune.
Los
riesgos del “choque” frontal
En orden a construir una
comunidad abierta a más y mejores formas de participación, cooperación y
coordinación de esfuerzos, el gradualismo es la opción preferente. Ante las
debilidades de un sistema en transición, con divisiones políticas y
fragmentación social, la acción gradual, aunque a veces avance lentamente, resuelve situaciones complicadas sin emplear la
fuerza por el riesgo que entraña.
El gradualismo,
reconociendo puntos de partida diferentes y contrapuestos, irá sentando reglas
de juego claras. El respeto a esos criterios consensuados, evitará que las
contradicciones iniciales se radicalicen, volviéndose antagónicas, inmanejables
y violentas.
Los riegos del “choque”
frontal de intereses, implícitos en exposiciones absolutistas de derecho
privado y de derecho laboral, con consecuencias polémicas para empresarios y
trabajadores, recomienda el equilibrio del derecho social tripartito. En esta
concepción, el Estado defiende a uno sin destruir al otro para no afectar la
producción ni el empleo.
Sin perder la iniciativa,
el gradualismo táctico, al analizar cada escenario y cada caso, exige la
coherencia del planteamiento económico-social
estratégico. Y garantizar el carácter irreversible de las
reivindicaciones conquistadas en los
pasos sucesivos. Lo contrario, sería hacer y deshacer la delicada política de
negociación y acuerdo, debilitando el rol del estadista y su propuesta
programática.
El
fundamento gremial de la concertación
El estudio del factor
económico es vital para el desenvolvimiento del proceso concertador,
porque constituye su sustento material.
Pero no justifica una tesis economicista
cerrada en lo académico o ideológico, menospreciando la trascendencia del
factor social. Éste simboliza históricamente el fundamento gremial del origen y
la finalidad de la concertación.
Al gradualismo en la
concertación le corresponde un proceso paralelo de progresiva participación de
la soberanía política popular. Y así expresarse de manera más presente, activa
y comprometida, según las nuevas instituciones de nuestro ordenamiento
constitucional. Acción clave para el control republicano del poder sin el cual
el blanqueo económico y el rumbo productivo serían efímeros, y se crearían
nuevamente las condiciones perversas del regreso de la economía en negro y del
circuito especulador.
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