martes, 21 de junio de 2016

4. OPTAR POR EL GRADUALISMO Y LA ESTABILIDAD INSTITUCIONAL



4. OPTAR POR EL GRADUALISMO
Y LA ESTABILIDAD INSTITUCIONAL

 
El impulso referido a la teoría y práctica social  de concertar proviene de toda una filosofía política, que se aplica sobre la evolución de las circunstancias. En crisis graves, además, la concertación puede emplearse como un catalizador del reordenamiento institucional, postergado burocráticamente en periodos de menor tensión.

Un país realizado es un país concertado. En él se comparten principios y valores, como no ocurre donde prima la división  y el retardo. Por eso, una educación para concertar tiene que prever con detalle los pasos a seguir, y asimilar las desconfianzas y retrasos de un contexto aún incapaz de armonizar expectativas e intereses.

Corregir desviaciones políticas y morales inaceptables

Las tendencias centrifugas de una sociedad fracturada suelen llevar al fracaso, uno tras otro, a supuestos proyectos y supuestos equipos, porque el trastorno del desencuentro es general. Inventar un nuevo “relato”, para establecer cierto hegemonismo, tampoco es válido, cuando la diversidad existente reclama una conducta distinta, convergiendo los liderazgos parciales en una finalidad superior.

Obviamente, nadie puede pretender congelar las contradicciones que movilizan la dinámica social: ellas sólo desaparecen con la propia comunidad que las contiene. Pero es deseable alcanzar un relativo nivel de estabilidad como alternativa a un enfrentamiento prematuro, confuso y desbordado.

Entre las contradicciones a mediar se encuentra el desfasaje de fuerzas, de tradición mayoritaria, con grupos que hoy tienen más capacidad de interferir que de conducir. Pues, antes de proponerse para el gobierno nacional, precisan corregir desviaciones políticas y morales inaceptables.

Ante el cúmulo de problemas a resolver, las posiciones de antemano fatalistas o facilistas resultan por igual inconvenientes. El tema es perfilar con claridad la post-crisis, sin retórica hueca, e imaginar el camino accesible para llegar a ese ideal. La tarea específica consiste en convocar y consolidar espacios de compromiso real, para generar riqueza suficiente y distribuirla con equidad; sin marginados ni excluidos.

Se requiere paciencia y mucha habilidad para lograr una respuesta estructural, no voluntarista sino efectiva, consiguiendo un producto final de presiones muy distintas, articulando el empuje de esas mismas presiones. En tal instancia, las actuaciones volubles, mezquinas o poco sinceras quedarán fácilmente en evidencia y sancionadas públicamente por agudizar la crisis.

Concertar presupone desconcentrar y descentralizar muchas decisiones, enmendando una mala praxis arraigada en centros de poder “autosuficientes”, que luego se desmoronan rápidamente. De igual modo, es menester descartar el burocratismo que multiplica los laberintos de trámites ociosos como mecanismo de corrupción oficial impune.



Los riesgos del “choque” frontal

En orden a construir una comunidad abierta a más y mejores formas de participación, cooperación y coordinación de esfuerzos, el gradualismo es la opción preferente. Ante las debilidades de un sistema en transición, con divisiones políticas y fragmentación social, la acción gradual, aunque a veces avance lentamente,  resuelve situaciones complicadas sin emplear la fuerza por el riesgo que  entraña.

El gradualismo, reconociendo puntos de partida diferentes y contrapuestos, irá sentando reglas de juego claras. El respeto a esos criterios consensuados, evitará que las contradicciones iniciales se radicalicen, volviéndose antagónicas, inmanejables y violentas.

Los riegos del “choque” frontal de intereses, implícitos en exposiciones absolutistas de derecho privado y de derecho laboral, con consecuencias polémicas para empresarios y trabajadores, recomienda el equilibrio del derecho social tripartito. En esta concepción, el Estado defiende a uno sin destruir al otro para no afectar la producción ni el empleo.

Sin perder la iniciativa, el gradualismo táctico, al analizar cada escenario y cada caso, exige la coherencia del planteamiento económico-social  estratégico. Y garantizar el carácter irreversible de las reivindicaciones  conquistadas en los pasos sucesivos. Lo contrario, sería hacer y deshacer la delicada política de negociación y acuerdo, debilitando el rol del estadista y su propuesta programática.

El fundamento gremial de la concertación

El estudio del factor económico es vital para el desenvolvimiento del proceso concertador, porque  constituye su sustento material. Pero no justifica una  tesis economicista cerrada en lo académico o ideológico, menospreciando la trascendencia del factor social. Éste simboliza históricamente el fundamento gremial del origen y la finalidad de la concertación.

Al gradualismo en la concertación le corresponde un proceso paralelo de progresiva participación de la soberanía política popular. Y así expresarse de manera más presente, activa y comprometida, según las nuevas instituciones de nuestro ordenamiento constitucional. Acción clave para el control republicano del poder sin el cual el blanqueo económico y el rumbo productivo serían efímeros, y se crearían nuevamente las condiciones perversas del regreso de la economía en negro y del circuito especulador.










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