9.
DESARROLLAR EL INTERIOR DEL INTERIOR
La sociedad argentina es
una de las más urbanizadas del mundo, con más del 90% de su población viviendo
en ciudades. Dato relativo celebrado por una derivación extrema del
liberalismo, que considera que únicamente las ciudades, y con preferencia las
grandes capitales, son “motores de progreso social” y productividad económica.
Estos logros vendrían de su alta concentración de recursos en el menor espacio
posible, para atraer inversiones, racionalizar el empleo e innovar
tecnológicamente.
Esta contaminación
antiestratégica de una matriz territorial distorsionada por la ambición
desmedida de rentabilidad y beneficio, aísla a las grandes empresas de su
necesario contexto; anulando el servicio social y la imagen de convivencia que
deben brindar para integrarse a la comunidad que frustran. Facetas de un
capitalismo carente de regulaciones adecuadas en el plano humanitario y ambiental.
Sus secuelas son los
asentamientos precarios, la congestión, la polución y una topografía caotizada
que se presta a los laberintos de la delincuencia y el narcotráfico. Estos
flagelos se parapetan en una ciudad oculta, tomando de rehenes a los más vulnerables,
contradiciendo la ficción ideológica de la ciudad visible. Éstas y otras causas
de disrupción territorial aumentan la capacidad ociosa de las grandes empresas
y las maniobras de explotación laboral.
Vincular
estrechamente las nociones de campo e industria
Se evidencia, una vez más,
la importancia vital de una organización estratégica, con base territorial, de
la sociedad y la economía argentinas con proyección futura. Sistema, cuyo núcleo central, irradiará las políticas
rurales de población y empleo, imprescindibles para corregir la baja densidad
demográfica del “interior del interior”, que compromete, tanto la viabilidad de
nuestro desarrollo como la integridad de nuestro Estado.
Es menester vincular
estrechamente las nociones de campo e industria, cubriendo además los eslabones
agroindustriales en la continuidad mutuamente útil de la cadena productiva.
Primordialmente, si articulamos esta decisión con las políticas estatales de
promoción a las pequeñas y medianas empresas, cuyo número sobrepasa el 90% de
todas las empresas establecidas y ocupan el 70% de todos los trabajadores
registrados.
En el aspecto gremial
bipartito se ha avanzado lo suficiente para incorporar ahora las iniciativas
oficiales que alientan una mayor y mejor producción, aumentando el valor
agregado de nuestras exportaciones. Lo cual no tiene que significar un exceso
de trabas al conjunto de los productores, para facilitar aviesamente la
concentración corporativa como en la era anterior.
En el sindicalismo de raíz
peronista, hoy dividido por intereses de sector, la intención manifiesta de
unidad puede encontrar ciertas pautas de solución en la organización de los
trabajadores rurales; por ser la más numerosa en afiliación, la más extendida
en el orden territorial nacional y la más representativa en el orden
internacional, por su incidencia en la lucha contra el hambre y por el
equilibrio ecológico.
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