13. PROYECTAR LA RAZÓN ÉTICA
EN LA PRÁCTICA SOCIAL
COTIDIANA
La ética defiende la vida
al promover la autoestima personal, la equidad social y la solidaridad
colectiva. Principios organizadores de la comunidad que enfrentan la dejadez
individual, la injusticia estructural y la descomposición de la sociedad. Como
ética pública, interviene en los asuntos políticos para luchar contra la
indiferencia, la manipulación y las prácticas corruptas.
En esta pugna eterna de la
conducta honrada con la deshonesta se determina la condición humana, sus
vacilaciones y contrastes. Así, refuerza o disminuye el sentido de
pertenencia, y aún el orgullo de ser miembro activo de un pueblo
soberano. Su reflejo en la con ciencia civil y la educación cívica regula el
margen de confiabilidad y lealtad mutua entre el gobierno y los ciudadanos;
especialmente en los momento complejos de un sistema en crisis de representación
y representatividad.
Lo dicho no es la apología
implacable del purismo, pero tampoco el conformismo inerme ante la hipocresía
del doble discurso. Éste ha hecho grandes daños, no corregidos aún por la
restauración de una democracia a medias. Una república casi fallida que muestra
el costo del vacío que deja el Estado, cuando no cumple su rol, o lo deforma.
Basta nombrar el
despilfarro de recursos y reservas; la falta de creación de trabajo genuino, la
corruptela en el manejo de subsidios, el deterioro en la seguridad jurídica y
física; las deficiencias en los servicios públicos y la destrucción del sistema
previsional argentino que fuera alguna vez modelo en el continente y en el
mundo por su concepción justicialista.
Resistir la corrupción
compulsiva
La profundidad de nuestra
crisis refiere a las instancias agónicas de una “civilización” donde los
valores no valen, el lenguaje cultural se fractura y la simbología comunitaria
se diluye. Todo lo cual afecta la esperanza de un destino compartido; y
en consecuencia, limita la voluntad actual en el esfuerzo mancomunado. Es la
hora aciaga del individualismo, el sectarismo, y los círculos de presión y
dominación sin transparencia ni reglas.
El desorden, inconsciente o
deliberado, convierte el fraude en procedimiento habitual, replicado sobre el
conjunto social; equiparando aviesamente la multitud de pequeñas faltas y
delitos con las grandes maniobras de la criminalidad económica y el
encubrimiento político. Visto en perspectiva histórica, es un lamentable enredo
de astucia a corto plazo, con episodios dramáticos y amenazas constantes. Tal
lo que existe y ahora debemos cambiar.
La apuesta es a la fe,
movilizante y unificadora, expresada en el retorno a la cultura del encuentro
plural por la dignidad del trabajo; y en línea con la escala del esfuerzo y el
mérito. Un camino difícil pero que promete éxito, cuando se encara con
aliento estratégico, alcanzando metas coherentes en tiempos bien planificados.
Esta vía parte del rescate
de nosotros mismos, presionados por la banalidad de la corrupción y la
venalidad compulsiva. Llevados psicológicamente a pensar que fuera del círculo
vicioso, la honestidad es marginal, extraña o no existe. Para la militancia
sincera esto interpone el dilema de continuar o no en la acción, pues la
política ya no es medio sino fin. Y una selección al revés considera toda
virtud sospechosa; premiando lo opuesto con privilegios y favoritismos hasta
los cargos más altos.
El planteo de esta
verdadera “batalla” espiritual nos fuerza a salir de la declaración abstracta e
inocua, dando eficacia a nuestros ideales. O sea: proyectando la razón moral en
la razón práctica de la vida cotidiana, y en las relaciones institucionales.
Porque el “poder” se sustenta en aquello sobre lo cual se ejerce; revirtiendo
críticamente cuando los funcionarios defeccionan en la misión asignada.
Si esto sucede se evidencia
la pérdida del principio de autoridad legítima. Y se cae en la falsa antinomia
del autoritarismo represivo o el caos violento extremos funcionales de una
patología de la organización social. Situación en la que medran quienes azuzan
la incertidumbre y la inestabilidad; que debe ser contrarrestada por la
convicción de una política responsable. Porque en la resolución de la crisis la
sinceridad y la respetabilidad también se difunden.
Para conducir no es
necesario gobernar
Reflexionamos sobre el
concepto de “responsabilidad”, que proviene de “responder”, de dar cuenta y
ponerse frente a la situación. Buscando la masa crítica de fuerza organizada con
aptitud de retomar la iniciativa. Elementos que no se pueden improvisar en el
momento decisivo, pues proceden de una larga preparación y de una capacitación
constante.
La comunidad de esfuerzo se
convierte así de potencia en acto, con el ejemplo que simboliza el vínculo
entre libertad de acción, comportamiento ordenado y conducción competente. Con
prudencia estratégica, no en el sentido vulgar de cautela, sino de sabiduría
para adecuar las formas de ejecución a los objetivos perseguidos.
La clave es “querer hacer”
a pesar de la crisis, precisamente para superarla. Mientras los aparatos
burocráticos son pesados para reaccionar a tiempo; y la agitación suma al
desorden sin aportar soluciones factibles, como es habitual en el activismo de
izquierda. En cuanto al oficialismo, que ha prometido satisfacer el clamor de
justicia, está obligado a no recaer en los viejos pero aceitados carriles de la
censura encubierta; la opacidad administrativa; la subordinación del poder
judicial y el uso de los servicios de inteligencia para operar en la política
interna.
Decía el maestro que para
gobernar es necesario conducir, pero “para conducir no es necesario gobernar”.
Este último axioma, identifica el desafío de los dirigentes con talento,
para influir en la toma de las medidas adecuadas. No abarcando mucho para
lograr poco, sino eligiendo los puntos sensibles donde aplicar su consistencia.
Con este fin deben aunar la prédica ética con el ejemplo personal; movilizar la
participación social; y efectuar el control democrático del poder a través de
los institutos y organismos creados al efecto por la última reforma
constitucional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario