7.
LA VERDADERA
EXCELENCIA ES GENEROSA
A los efectos de la amplia convocatoria que postulamos para concertar, corresponde distinguir dos grandes alineamientos en la franja que no se
identifica con los llamados “sectores populares”; ya que estas corrientes, en
principio, provocan diferentes consideraciones y respuestas dispares para el
curso probable de los próximos acontecimientos políticos.
Por un lado, se encuentra el “no peronismo”, con las
características de las propias identidades partidarias que lo componen. Constituye una fuerza de acción a reconocer, respetar, debatir y acordar en todo
lo posible, respecto al interés nacional. Su legitimidad democrática es
incuestionable, constituyéndolo en la interlocución válida y obligada para la
definición conjunta de las “políticas de Estado” irrenunciables.
Por otro lado, actúa el “antiperonismo” irreductible, que se propone
explícitamente la desaparición del movimiento fundado en la década del 40 al
que considera culpable de todos los males que afectan al país. Más que una
propuesta civilizada atendible, encarna una ideología negadora de grandes
mayorías de argentinos, de un modo tan irracional que hace difícil discutir.
Este sectarismo es inverso pero igual al sectarismo de quienes se dicen peronistas y no lo son, porque se manifiestan contra
toda apertura convergente en la unión nacional. En la última década, como se
sabe, este espacio cerrado estuvo ocupado por una especie de “entrismo neomarxista” de obediencia debida a un
autoritarismo endógeno, que impidió el natural florecimiento de cientos de
cuadros con capacidad de organización y liderazgo compartido.
La
inviabilidad de un elitismo desarrollista
De más está decir que si prevalecieran
estas tesituras estériles, y lo que es peor, se pusieran directa o
indirectamente de acuerdo para anular a las demás, la incertidumbre destruiría la transición que ansiamos. Porque el clima favorable a la
concertación pacífica, se dañaría por la mezquindad agresiva de la pelea sin
reglas.
En este vacío, donde la mala política, de palabra o de
hecho, sólo piensa continuarse en la
violencia, aparecen quienes aprovechan para procurar un “modelo de liderazgo alternativo” que patee el tablero
de la concertación. Y así pergeñan una articulación “desarrollista” con una dirección técnica, para encuadrar a la clase
media reacia al gremialismo, profundizando la “grieta”.
Paradójicamente, el radicalismo
real, hoy subsistente y con enclaves importantes, que le diera despliegue
territorial a un núcleo vecinalista porteño, se pronuncia por la convocatoria opuesta: una asociación duradera con el
peronismo de raíz histórica y el sindicalismo. Justamente, para otorgar peso
parlamentario y apoyo social a un pacto con criterios programáticos consecuentes en la contienda electoral
futura.
Si de algo sirve la
experiencia histórica, no para calcar pero sí para comparar tendencias y resultados, tenemos que analizar la trayectoria desigual de Frondizi, un estadista “intelectual” sin rapidez de
reflejos políticos. Y que, más allá de sus buenas intenciones, subestimó la
fuerza del peronismo, y no puedo crear una configuración política propia. Situación que fue desgranando
debilidad, con demasiadas concesiones a los grandes poderes fácticos, provocando el paralelo alejamiento de sus elementos
iniciales.
Podrá alegarse que
actualmente no existe el militarismo que lo derrocó, pero al golpismo podría
sucederlo la confrontación constante. Esta secuela de la falsa antinomia peronismo-antiperonismo, hoy atrasaría el reloj de una evolución
posible; impidiendo crear las condiciones de estabilidad y previsibilidad
necesarias para atraer las inversiones productivas de la reactivación.
Vigencia
histórica de un abrazo conciliador
En cambio,
la vigencia histórica del abrazo de Perón y Balbín,
concluyó con el dogmatismo, justificado en la resistencia, no en el orden democrático; y auguró momentos especiales para emularlo, en una amplia base de sustentación
política e institucional. Contrapartida ineludible de la gran plataforma de
producción diversificada que demanda la reconstrucción nacional.
Una no será posible sin la
otra, mal que les pese a aquellos que aconsejan al revés a la presidencia de los argentinos, con un tono elitista: porque la verdadera excelencia es
generosa y abierta a la comunidad. Concertar, acordar y consensuar, en todo lo lealmente posible, significa la convicción en el resurgimiento de virtudes patrióticas sin sufrir las acciones sorpresivas y extremas que podrían derrotarnos.
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