Al cumplirse 20 años de la inscripción histórica del
inolvidable “Colorado”, dicho así en un doble sentido, me sumo car iñosamente al homenaje de sus amigos y discípulos
de par tido, desde mi identidad
peronista, que reafirmo plenamente más allá de la crítica y autocrítica por las
falencias y desviaciones cometidas en su
nombre. Creo que así vale este modesto testimonio, recuperación de la
voz del maestro que trasciende sus propios núcleos políticos, par a impregnar a la amplia comunidad que sigue los
principales lineamientos del pensamiento nacional.
Leyendo a Ramos me acerqué a sus ideas señeras, junto con un
grupo de instructores del Colegio Militar
que, en 1969, nos fuimos identificando precisamente por los libros que teníamos
en la biblioteca personal de nuestras habitaciones del casino de oficiales, con
el deseo de entrevistarlo y conversar personalmente. Hernandez Arregui, otro de mis pensadores escogidos,
me decía: “lo mejor de mí puede conocerlo en mis obras”; pero yo, ya con una
vida hecha, pienso que el hombre verdadero está detrás de la máscar a en que refugia su autenticidad o su profesionalismo.
Pinceladas de humanidad que se recuerdan con calidez, mezcladas
indisolublemente con el eco profundo de sus ideas vigentes.
Tuve la
suerte de tratar los a ambos con
frecuencia, porque en esos años de protagonismo militar
de la política, era difícil resistirse a una invitación par a
reunirse con oficiales jóvenes que soñaban con la revolución nacional. De igual
manera, desfilamos por la casa de Jauretche -que en ese momento estaba con
Methol Ferré quien me regaló su libro “El Uruguay como problema”- Rodolfo Puiggros,
José María Rosa, Fermín Chávez, el inefable Cesar Mar cos
y otros ilustres ar gentinos, de
quienes atesoro sus escritos, con dedicatorias generosas de aliento en una
misión que sabían demasiado difícil en la era de un antiperonismo cerrado.
Ellos, pese
a los desengaños y persecuciones sufridas, no habían perdido la esperanza del
regreso a la causa nacional de la Fuerzas
Armadas , especialmente del Ejército, y nos animaron a viajar a Madrid par a
recibir el dictamen de nuestro hombre del destino, iniciando con ello una larga
e intensa trayectoria política.
Hay muchas
vivencias que mar car on desde entonces mi vida, los años culminantes, y
que ya he nar rado detalladamente en
“Diálogos con Perón” – Lecciones Actuales”[1],
que es inconveniente repetir fuera de un contexto de época, que es distinto,
aunque sigue pendiente el mismo noble compromiso de construir el potencial de la Argentina. Diré
sin embar go, par a
respetar las notas personales que, caracterizan
este homenaje que, entre la personalidad seria y solitar ia
de Juan José y la más sencilla y campechana de Don Arturo, Jorge Abelar do
se distinguía por su oratoria locuaz y brillante, y sus planteos animados de
esa cierta “locura” que da la mística de una militancia que consume la vida.
El car denal Antonio
Quarracino, con simpatías peronistas, que lo veía en el hospital donde se moría en la
soledad de los grandes, me contó que Ramos le dijo, en una de sus últimas
visitas y guiñándole un ojo: “ahora comprendo la razón de un celibato sincero,
porque una fe muy fuerte suele sacrificar
la familia”.
Volviendo a la relación polémica de Abelardo y Juan José, al
principio muy amigos, se distanciar on
por la cuestión de crear o no un par tido de izquierda nacional al mar gen del peronismo; ya que según Hernández Arregui,
lo que sí se necesitaba era conformar un ala izquierda del movimiento, pero
unida al conjunto mayoritar io y
heterogéneo de éste. Ironías del destino porque, cruzando estas posiciones que
los diferenciaron durante décadas, uno se acercó a la autar quía
de la tendencia y el otro casi se afilia al justicialismo.
Respecto a nuestras divisiones y peleas internas, le escuché
decir al Colorado: “gracias a que no me encuadré con ninguno, todos los
peronistas son mis amigos”. Creo que hacia referencia al devenir azaroso de los
movimientos de base tan ancha que son vulnerables al copamiento de los
advenedizos y oportunistas. Situación lamentable que deja en el camino lo mejor
de su reserva de cuadros políticos, sociales y técnicos; y que no hemos podido revertir
todavía.
Los forjadores de la
conciencia nacional
El homenaje a Ramos se extiende a todos aquellos pensadores
de su generación que, desde las postrimerías de la década infame y el llamado “fraude
patriótico” forjaron, en el fragor de la entreguerra, la conciencia nacional de
los argentinos, tal como llegó a nosotros en las décadas del 60 y 70.
Recibimos de ellos, no sólo una nueva “práctica” política
basada en la austeridad y el sacrificio, sino una verdadera “praxis” como proyección
de un patriotismo popular emancipador, y munida del criterio de análisis para
la reflexión objetiva sobre la corrección o no de nuestras posiciones estratégicas
en el terreno de lucha.
Ellos ya no están físicamente, y gran parte de su mundo geopolítico
y geoeconómico se transformó con nuevos desafíos. Por eso, como auténticos discípulos, en vez de nostalgias y
reiteraciones, debemos transmitir la importancia de su honestidad intelectual y
valores humanos, y los principios fundamentales que, por su alto contenido
conceptual, constituyen referencias permanentes para la continuidad de la
militancia, en la natural complementación de las sucesivas generaciones.
Luego, es menester asumir con humildad y firmeza la
condición de transmisores de una experiencia que no merece el olvido, pero
agregando nuestras propias consideraciones y vivencias sobre las materias que
cada uno ha trabajado con solvencia; y que resta plasmar orgánicamente como
propuestas de políticas de estado, junto a la articulación paulatina de redes
de equipos idóneos para un nuevo e indefectible ciclo democrático[2].
Como nuestro talento es modesto, comparado con el de aquella
generación histórica, podemos mitigar la diferencia con una tarea conjunta que
ellos no terminaron de lograr, en la era de las grandes individualidades
intelectuales, teóricas, históricas y literarias de la línea nacional: porque
hoy tenemos las facilidades técnicas y metodológicas para el trabajo colectivo,
aplicado específicamente a lo útil, que en la gran política, no en la
politiquería, siempre mira al porvenir.
[1] Editorial Lumiere, Buenos Aires
2012, texto ampliado de las versiones anteriores publicadas con el título “Mi
encuentro con Perón. Memorias e ideales”, en los años 2004 y 2008.
[2] Con el Dr. Luís Rodríguez
debatimos mucho este tema, aprovechando la confianza y franqueza que prodigan
40 años de amistad. Él fue el compañero destacado por Ramos para participar
activamente del proyecto de la “Generación Intermedia” desde la Secretaría Política
de la Presidencia
de la Nación ,
a mi cargo y cuya red de contactos mantuvimos en los peores años de la
dictadura. Mi reconocimiento especial por sus innumerables aportes nacidos de un
entusiasmo lúcido y permanente.
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