El ser nacional: teoría polémica o vivencia efectiva
Una comunidad organizada existe como
entidad nacional significante si es capaz de encarar un espíritu histórico de
grandeza. Es decir, si se propone algo más que la simple subsistencia de los
países marginados o fallidos, que carecen de personalidad cultural y
proyección estratégica. Definición preliminar para ubicar este concepto en una
posición equidistante de cierta izquierda que lo desdeña por sus prejuicios
ideológicos, y de cierta derecha que lo exalta con carácter reaccionario y
xenófobo.
La historicidad, en cambio, procede de
los factores de espacio y tiempo en los cuales se concreta la realización
de un pueblo, con conciencia y voluntad de serlo. El “espacio” significa el
lugar de pertenencia, que se debe ocupar y organizar plenamente, armonizando
geografía y población en un orden territorial fructífero. Y “tiempo” expresa
las etapas y ciclos vigentes en la trayectoria evolutiva de cada comunidad. Sin
estos contenidos, en permanente gestación por la experiencia colectiva, no hay
historia, sino naturaleza, cuando no regresión a las formas primarias de los
agrupamientos humanos.
El ser político como nutriente del ser nacional
Esta es la involución que, explicita o
implícitamente, provocan los ideologismos laterales a la amplia perspectiva de
despliegue de la comunidad, y cuya acción se inclina a la división y
polarización, y finalmente a la disgregación nacional por una crisis de
identidad no resuelta. Dilema que es menester dilucidar con la dinámica de la
participación civil, la organización social y la renovación institucional,
recuperando el principio del bien común: única forma de dignificar la política
y vencer a la corrupción, la arrogancia y el desánimo.
Vocación de trabajo y servicio que,
trascendiendo la escena proselitista, comienza en los sectores abandonados por
la mala dirigencia. Labor muy distinta al simple montaje y desmontaje de
agrupaciones rentadas de apoyo a candidatos oportunistas o fugaces. Ellos son
más sensibles a la figuración y la componenda, que a las necesidades
apremiantes de los argentinos invisibles para las estadísticas oficiales de
pobreza.
La necesidad de
verdaderos estadistas
En
una percepción superior de la política, conviven el tiempo presente, con el
pasado-presente y el futuro-presente. Juntos crean las categorías existenciales
de la memoria histórica y del proyecto histórico, sin las cuales no surgen los
estadistas de gran trayectoria. Nos demoramos así en el subdesarrollo
político, económico y social pese a nuestros recursos humanos y
naturales; porque el exceso de candidatos, jefaturas y caudillismos no disimula
la falta de liderazgos sólidos, equipos de excelencia y planes con medidas
serias y de fondo.
Sólo una
nación sustancial, no nominal, tiene valores fundamentales, intérpretes
válidos, representantes honestos y dirigentes sabios. Son las virtudes
palpables que le permiten reconocerse y hacerse conocer, sobre los discursos
aleatorios de oficialistas y opositores en el estrecho marco de los intereses
partidistas y facciosos. Una nación que, segura de su valer, se abre al intercambio fructífero
con toda la esfera internacional, sin cambiar un poder dominante por los arrestos
de otros, con el señuelo de la burocracia ideológica inepta [“los sabios
ignorantes”].
Crítica, autocrítica y
actualización
De cara al porvenir, es preciso recoger
las mejores experiencias de las distintas tradiciones políticas que confluyen
en el objetivo de realizar la patria pendiente, sea antes o después del hecho
comicial. Por lo demás, su resultado serviría de poco sin las reformas
consensuadas que esperan el fin de un ciclo terminado y la reconstrucción del
diálogo institucional y social para la concertación. Por nuestro lado, es
urgente procesar la crítica, la autocrítica y la actualización que nos refiera
sinceramente a la esencia del movimiento originario: soberanía, independencia y
justicia, sin simulaciones, imprevisiones ni caos.
La militancia vocacional, pero no
ingenua, implica humildad, entrega y esfuerzo para adentrarse profundamente en
la densidad de la vida comunitaria; logrando, en libertad, el equilibrio entre
realización personal y colectiva. Con esta finalidad, hay que capacitarse en
organización, conducción y planificación, sabiendo que quienes piensan
diferente representan variantes respetables, y aún pueden actuar como
adversarios electorales, pero son partícipes necesarios de la unión y el
desarrollo nacional. [14.7.14]
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