El rol específico del pensar teórico y técnico
El aprendizaje político de los pueblos se
desenvuelve a lo lar go de un proceso
con sus tiempos de maduración, porque se realiza en el terreno de la práctica,
la experiencia y la prueba permanente. Todo intento de apresurar lo ideológicamente suele condenar se al fracaso, por la impaciencia del pensar teoricista que a veces “conoce” sin “comprender
la realidad y, en su abstracción, no distingue los factores reales que influyen
en su dinámica.
Esta limitación “intelectual” resalta el rol
específico de los verdaderos pensadores con abnegación vocacional, que quieren
acompañar , y en lo posible facilitar , esa evolución. Finalidad tras la cual tratan de
captar las vivencias y criterios del conjunto social y sus complejidades
sectoriales, par a par ticipar
con desar rollos teóricos y técnicos
que, sin imposiciones mesiánicas, brinden herramientas y metodologías de apoyo.
La toma de decisiones como proceso
racional y perfectible
Esta actitud científica (no cientificista),
aportando creativamente a la conducción democrática, y comprometida con el bien
común, es clave en la elaboración de políticas públicas eficaces, necesar ias par a
una prosperidad sustentable. Una tar ea
de profesionales de excelencia, seleccionados sin prejuicios partidistas, par a asistir al sistema integrado de toma de
decisiones con temperamento racional y perfectible. Se suman así
cualitativamente las mejores ideas dentro de una lógica dialogante y
comprensiva, en un clima imprescindible de eticidad, sin favoritismos ni
privilegios.
Los grandes planes se orientan por grandes
objetivos alcanzables gradualmente, y cuyo peso laboral, económico y financiero
debe ser transgeneracional, porque los ciclos amplios de una estrategia
transformadora dan fruto final a lar go
plazo, y no sacrificando a nadie. De igual manera, estos objetivos tienen que
definirse con exactitud y sustentar se
en estudios profundos; y no en el “tráfico de sentimientos nacionales” de la
propaganda sin escrúpulos. Aunque el
tiempo se encar ga en definitiva de
desmentir todo ilusionismo, en la coyuntura afectan nuestra credibilidad como
país en áreas vitales que hacen a la geopolítica, la defensa, la
infraestructura y la integración territorial.
Ejecución y verificación de los planes
Sin embar go
los planes no son par a los
planificadores como círculos tecnocráticos, encar eciendo
la conveniencia del resaltar el car ácter orientador y concertador de la ar ticulación de medidas propuestas, par a conseguir la aprobación del pueblo y sus
organizaciones. Se abre así la etapa del debate político y social del plan, par a enriquecerlo con el aporte de todos y lograr la mayor par ticipación.
No podría ser de otro modo, porque las políticas de estado (no de par tido, ni facción) surgen de necesidades imperiosas
y colectivas, y su ejecución debe verificar se,
paso a paso, con los organismos de regulación, auditoría y control democrático.
Por su extensión en tiempo y espacio, la
planificación concertada requiere continuidad y reafirmación en la alternancia
constitucional de los gobiernos sucesivos. Sin estos principios vitales, son
esperanzas y recursos perdidos y mayor desprestigio de la dirigencia política.
Luego, hay que asimilar la lección
afligente de sufrir la incoherencia de los “liderazgos de actuación” con
discursos contradictorios y elusivos, y optar
por el estilo de trabajo organizado de los “liderazgos de acción”, según
sugiere la doctrina.
Sentido histórico o sentido histriónico
En los tratados de filosofía política e
historia hay muchas referencias objetivas sobre las formas erróneas de
conducción que, con distintos tonos, señalan el riesgo del liderazgo
“histriónico”. Un papel compar able
al actor compenetrado en la escena de la representación teatral, con la pericia
de creer “sinceramente” su ficción. Un personaje a tiempo completo, sin el
descanso de la realidad y la depresión del entreacto, que se encierra totalmente en la trama del ar gumento, como huida del “ser” hacia el “par ecer”.
Es la sobreactuación frecuente en la
mentalidad políticamente nar cisista,
que en la escuela de cuadros hay que deshechar ,
cambiando la imitación por la autenticidad, la frivolidad por la profundidad,
la seducción por la persuasión, la apar iencia
por la verdad y la soledad por la solidar idad.
Seriamos entonces líderes serviciales; firmes sin ar rogancia,
serios sin solemnidad, formales sin rigidez y honestos con nosotros mismos, al
tratar de resistir los vicios de la ar bitrar iedad,
la sobreactuación y la hipocresía. [28.7.14]
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