jueves, 22 de marzo de 2018

1. LA ESTRATEGIA Y EL CONOCIMIENTO EN ACCIÓN



1. La estrategia y el conocimiento en acción
El apoyo de la reflexión filosófica

Ya nos advertía Aristóteles que el fin de la teoría es la verdad y el fin de la práctica es la obra. Sin embargo, la estrategia se apoya en una reflexión filosófica de la vida, ya que el espíritu del estratega aumenta la densidad de la organización rechazando la pasividad y el fatalismo, y exaltando el trabajo inteligente, la responsabilidad social y la vocación de destino.
La filosofía contempla al ser como tal y, a través de las ideas primordiales, el conductor comprende y se comprende, dándole fundamento a su existencia personal y proyección humanista. En esta meditación permanente percibe los arquetipos que son verdades espirituales trascendentes, haciendo que la estrategia no sea sustituida por la tecnología, sino que la oriente y explique, con una mentalidad amplia.
Así lo hicieron creadores como Clausewitz, estudioso de Napoleón, que supo enmarcar sus conocimientos sobre el gobierno y la conducción en el contexto evolutivo del pensamiento de su época. Estos principios imperecederos delimitan el reino de los liderazgos inmortales, porque van incluyendo a los nuevos conductores, como Perón, que en algún momento fulgurante supieron cambiar la historia.

La energía espiritual es la base de todo

La filosofía fundamenta una ética de la conducción otorgando una visión del poder a través del deber; y en épocas caóticas de cambios (?), difusas, nos da la fuerza necesaria para volver a las fuentes y proyectarnos al porvenir. La energía espiritual es la base de todo, no como deformación voluntarista ni alienación a la sobreactividad.  El espíritu manda, en realidad, porque sin acción no hay esperanza, sino decadencia y disgregación.
Los símbolos brindan un sentimiento de participación real. Valen más cuando cultivan la humildad que hace de la dirección de hombres una relación cada vez más prudente, constructiva y justa. Son los liderazgos fundantes de nacionalidad. Las imágenes referenciales de estos grandes líderes encauzan nuestra potencialidad psicológica, porque producen emociones y efectos persuasivos, constitutivos de la organización comunitaria (no hegemónica).


La estrategia es un hacer creativo
La estrategia es un hacer creativo, es decir, un arte. El impulso material a ella no debe ser negado ni desviado, sino perfeccionado; porque reúne el “principio de identidad” por la memoria, y el “proyecto de finalidad” por la aspiración a un futuro mejor. Por eso, afirmar la vocación y acatar su desafío, es aceptar desde ya la sobriedad en sus logros y la angustia en sus frustraciones.
Develar el sentido de la vida implica considerar el existir como “coexistir”, y el vivir como “convivir”; por pertenecer con muchos otros iguales y distintos a un mismo escenario geográfico e histórico. Esta conciliación entre razón pura y práctica, entre igualdad de dignidad y diferencia de carácter, enfatiza la necesidad del estadismo, no sólo como mero concepto, sino en tanto sensibilidad, intuición, gesto y deseo por medio de una voluntad que se autoafirma en esta función integradora y organizadora.

Lenguaje e identidad cultural

La prueba del pensamiento es la práctica. Entre el pensar y el hacer está el lenguaje, que es “saber concentrado” por la sucesión generacional, que desarrolla la identidad cultural. Así se va determinando un entramado social y una mentalidad colectiva sin la cual no hay historia que compartir, sino papeles que simulan un “excesivo marco legal”, que pocos conocen y nadie cumple.
Ascender realmente a mayores niveles de organización requiere la elaboración continua de un “pensar situado” para fructificar en un carácter propio de país por la “unidad de estilo”: aquél que debe repensar las proyecciones dinámicas del “ser argentino”, como alternativa al egocentrismo, la sectorización y la violencia. En el arte de organizar, la práctica se sintoniza en la táctica; la crítica compara los resultados; la teoría generaliza el saber, y la técnica dispone los instrumentos que se derivan de ese ciclo (práctica-crítica-teoría-técnica).

Conciencia nacional y falsas antinomias

Es posible entonces equilibrar afectividad y racionalidad y formar la conciencia nacional con el protagonismo del “nosotros real”. Ello exige el gran esfuerzo de mediar entre aparentes opuestos para superar falsas antinomias y edificar una cultura solidaria, sincera y cotidiana. Lo que importa no es el ego abstracto, sino el hombre concreto, pensante y actuante, por encima de las estructuras formales que aparentan y engañan.
Saber es querer saber, con voluntad de sinceridad, para entre todos identificar el ideal posible y el camino practicable desechando a la vez los extremos de la improvisación vulgar y las veleidades del autor.

La reflexión más adecuada en estrategia es la directa, con la menor cantidad posible de mediaciones e interpretaciones complejas: “sólo lo sencillo promete éxito”. La unidad de acción no es un principio uniformador, sino la síntesis vital del conductor bien formado y capacitado que evita la dispersión de esfuerzos, los conflictos internos de intereses y la impunidad de corrupción. En síntesis: optimismo sin ingenuidad; profundidad sin artificios y sentido comunitario sin masificar a las personas.
Según los clásicos, constituye “acción” únicamente el proceso que tiene un fin determinado. Sin “concluir” este esfuerzo la estrategia se degrada a simple tentativa y debilita a la conducción. En cambio, el logro de los objetivos previstos acumula efecto y permite la continuidad de los planes elaborados hacia el término de las operaciones.
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Agradecimiento especial a la Dra. Ana María Pelizza por algunos de los valiosos conceptos incluidos en este primer capítulo, a manera de prólogo.


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