4.
La voluntad de conducción y la concepción comunitaria
El modo de ser del poder y el espíritu comunitario
Las costumbres
apropiadas conservan la democracia, las prácticas arbitrarias la disuelven. El
pensamiento capaz de movilizar energías no se limita a interpretar la realidad,
sino que la transforma. El modo de ser del poder comunitario, integrado en
libertad y en conjunto, formula una idea directriz para lograr la concentración
de esfuerzos. Transmite una vibración
afectiva y señala el valor de una conducta, que aunque la ejerza el liderazgo,
no es patrimonio individual de los dirigentes.
En un contexto de
“voluntades contrapuestas”, propio de la estrategia, lo principal es juzgar
objetivamente las “relaciones de poder”, y descubrir si hay espacio suficiente
para “tomar la iniciativa”. Caso contrario, hay que reforzar la tarea orgánica
y táctica para “crear las condiciones” de nuestras mayores posibilidades
El poder se ejerce.
Esta es la función concreta de la conducción que debe abstenerse de caprichos y
abusos. Aún en los grandes liderazgos hay que estar atentos a las limitaciones
de los entornos; y considerar respetuosamente la salud que en todo hombre
culmina en la enfermedad y la muerte. Tal la característica fundamental que
marca la concepción comunitaria de la existencia. Ella no elude con
supersticiones o consignas fingidas de fanatismo que corren a favor de los
oportunistas de distinto signo.
Es el infierno de
los aduladores, como se decía en el Renacimiento, que utilizaban la “lisonja aviesa”
en su propio beneficio, descartando las preocupaciones y desvelos de la
verdadera militancia.
La actitud leal, vital y emprendedora
Los
hombres creen buscar la verdad por el valor de ella misma, pero en realidad
buscan la vida en la verdad. Esta actitud vital convierte el intento en hacer y
la potencia en acto. Conducir se manifiesta así en “el arte de lo posible”,
pero siempre a favor del pueblo como sujeto histórico. Ella se propaga, se
afirma y se desarrolla como señal de avance de la misión asumida en conjunto.
Es la superación del “no-poder” del individualismo y de la “no-libertad” del
autoritarismo.
El
camino de la voluntad pasa por el esfuerzo de no claudicar y perseverar en la
lucha, estimulando la propensión espontánea de asociación y resistencia para la
autodefensa, no sólo de cuestiones materiales sino de principios morales que
dan plenitud a la vida; y descartan la depresión, la deserción y el abandono de
los ideales. Esto es más eficaz en la lucha que una dirección por promesas,
recompensas, amenazas o castigos; ya que conducción es persuasión y no dominio.
La conducción organizada, no improvisada
El poder es un
fenómeno variable y relativo; se tiene o no se tiene poder en función de algo y
para algo. De allí la valoración de la estrategia que puede crearlo,
fortalecerlo, perderlo o recuperarlo. Es decir: una capacidad específica para
obtener un efecto definido, y no un poder absoluto que, como tal, no existe. La
estrategia contiene el concepto ordenador de “los objetivos del poder”, que
guían el análisis y las previsiones de las hipótesis de cooperación, de
neutralidad y de conflicto.
La no precisión en
los objetivos es fatal para la organización construida a fin de conseguirlos; y
a la vez, impide la correcta formulación de las “líneas de acción” para tomar
previsiones y estudiar contradicciones en el juego de variantes posibles en el
curso de las operaciones.
La estrategia
además de la posibilidad razonable de producir los efectos específicos deseados
explícitamente, incluye la habilidad de influenciar la conducta de otros en
orden a nuestros fines. Una combinación de rasgos persuasivos y disuasivos en
el trance de prevalecer sobre los adversarios irreconciliables.
El poder transcurre en un presente
permanente
Pertenecer a una
componenda de “reparto”, con dirigentes nuevos o figuras caducas es letal para
una organización con proyecto estratégico. Porque la urgencia en la conducción
del reparto es incapaz de percibir la categoría fundamental del “tiempo” para
diferenciarse de las servidumbres territoriales de la táctica. Porque el poder,
considerado en su esencia, no está en las cosas, sino en la conciencia de las
personas. El tiempo, en definitiva, somos nosotros.
Eso no
implica desconocer la utilización de las nociones de tiempo y espacio para
medir los hechos operacionales en términos de oportunidad, observación, etapas
y períodos de acción. Pero en rigor, la estrategia no termina nunca, y el poder
“transcurre” en un presente permanente. Solucionado un problema, el estratega
ya se sumerge inmediatamente en otro, en una expresión circular e instantánea
propia del movimiento más activo.
Si el
tiempo, pues, está en nosotros como especie, la construcción de poder nos
trasciende personalmente y se encarna en la maduración de una cultura en la
continuidad de las generaciones que la heredan, la asumen y la recrean.
Forma objetiva y forma subjetiva de la
estrategia
Clausewitz nos
recuerda que la forma objetiva es la “concepción” de la estrategia, pero la
forma subjetiva es la “habilidad” en el terreno de acción. En consecuencia, lo
creativo del arte facilita su toma de decisiones si se apoya subsidiariamente
en un método. Aquí se conjugan factores intuitivos y emotivos con vías de
soporte comprensivo, y una capacidad de síntesis para utilizar expeditivamente
un gran volumen de información e inteligencia. La atención debe anticiparse al
“curso probable” de los acontecimientos. La conducción, por lo demás, es un
arte donde prima la ejecución y necesita la observación metódica de la realidad
para enfocar la percepción, estimular la imaginación, y aplicar los criterios
del liderazgo.
Perón destaca
que “racionalismo y empirismo” van de la
mano, porque su tesis reconoce simultáneamente la asociación de ideas de un
razonamiento entrenado y los datos sensoriales que va recogiendo la
experiencia, que él llama “madre de la sabiduría”. De igual modo, las
reflexiones teóricas, el conocimiento de la historia y el manejo del
instrumental técnico disponible, hacen al talento de quienes ocupan los puestos
de mayor responsabilidad: “el genio es trabajo”.
Secuencia del ciclo metodológico
Este ciclo
distingue varios momentos fundamentales, que son:
- Apreciar la
situación y resolver. Todo análisis de los factores intervinientes debe
culminar en una resolución que vincule organización y escenario estratégico
para captar los posicionamientos y dispositivos en presencia. Y la proyección
más conveniente de las acciones propias, como oportunidad, volumen, forma,
sucesión y duración de las acciones tácticas y operativas que integran una
resolución estratégica.
- Planificar la
acción inicial e impartir las directivas pertinentes. Momento en que la
síntesis obtenida en la resolución, se abre para el aporte de los especialistas
del Estado Mayor. De esta manera, se suman los planes complementarios de
reorganización, capacitación, comunicaciones y logística. Todo ello con el
detalle de instrucciones que ponen el “plan” en “ejecución” por el ejercicio de
la autoridad legítima.
- Controlar, por
último, la ejecución y realizar la crítica y autocrítica, para aprender de los
errores cometidos. A los efectos de la conducción, aquello que no se controla
debe considerarse no ejecutado o mal ejecutado, porque la presencia del
liderazgo en los lugares de mayor esfuerzo y riesgo, reconoce y corrige
procedimientos, mientras da ejemplo personal de coraje y compañerismo.
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