jueves, 22 de marzo de 2018

4. LA VOLUNTAD DE CONDUCCIÓN Y LA CONCEPCIÓN COMUNITARIA



4.  La voluntad de conducción y la concepción comunitaria
El modo de ser del poder  y el espíritu comunitario
Las costumbres apropiadas conservan la democracia, las prácticas arbitrarias la disuelven. El pensamiento capaz de movilizar energías no se limita a interpretar la realidad, sino que la transforma. El modo de ser del poder comunitario, integrado en libertad y en conjunto, formula una idea directriz para lograr la concentración de esfuerzos. Transmite  una vibración afectiva y señala el valor de una conducta, que aunque la ejerza el liderazgo, no es patrimonio individual de los dirigentes.
En un contexto de “voluntades contrapuestas”, propio de la estrategia, lo principal es juzgar objetivamente las “relaciones de poder”, y descubrir si hay espacio suficiente para “tomar la iniciativa”. Caso contrario, hay que reforzar la tarea orgánica y táctica para “crear las condiciones” de nuestras mayores posibilidades
El poder se ejerce. Esta es la función concreta de la conducción que debe abstenerse de caprichos y abusos. Aún en los grandes liderazgos hay que estar atentos a las limitaciones de los entornos; y considerar respetuosamente la salud que en todo hombre culmina en la enfermedad y la muerte. Tal la característica fundamental que marca la concepción comunitaria de la existencia. Ella no elude con supersticiones o consignas fingidas de fanatismo que corren a favor de los oportunistas de distinto signo.
Es el infierno de los aduladores, como se decía en el Renacimiento, que utilizaban la “lisonja aviesa” en su propio beneficio, descartando las preocupaciones y desvelos de la verdadera militancia.
La actitud leal, vital y emprendedora
Los hombres creen buscar la verdad por el valor de ella misma, pero en realidad buscan la vida en la verdad. Esta actitud vital convierte el intento en hacer y la potencia en acto. Conducir se manifiesta así en “el arte de lo posible”, pero siempre a favor del pueblo como sujeto histórico. Ella se propaga, se afirma y se desarrolla como señal de avance de la misión asumida en conjunto. Es la superación del “no-poder” del individualismo y de la “no-libertad” del autoritarismo.
El camino de la voluntad pasa por el esfuerzo de no claudicar y perseverar en la lucha, estimulando la propensión espontánea de asociación y resistencia para la autodefensa, no sólo de cuestiones materiales sino de principios morales que dan plenitud a la vida; y descartan la depresión, la deserción y el abandono de los ideales. Esto es más eficaz en la lucha que una dirección por promesas, recompensas, amenazas o castigos; ya que conducción es persuasión y no dominio.
La conducción organizada, no improvisada
El poder es un fenómeno variable y relativo; se tiene o no se tiene poder en función de algo y para algo. De allí la valoración de la estrategia que puede crearlo, fortalecerlo, perderlo o recuperarlo. Es decir: una capacidad específica para obtener un efecto definido, y no un poder absoluto que, como tal, no existe. La estrategia contiene el concepto ordenador de “los objetivos del poder”, que guían el análisis y las previsiones de las hipótesis de cooperación, de neutralidad y de conflicto.
La no precisión en los objetivos es fatal para la organización construida a fin de conseguirlos; y a la vez, impide la correcta formulación de las “líneas de acción” para tomar previsiones y estudiar contradicciones en el juego de variantes posibles en el curso de las operaciones.
La estrategia además de la posibilidad razonable de producir los efectos específicos deseados explícitamente, incluye la habilidad de influenciar la conducta de otros en orden a nuestros fines. Una combinación de rasgos persuasivos y disuasivos en el trance de prevalecer sobre los adversarios irreconciliables.
El poder transcurre en un presente permanente
Pertenecer a una componenda de “reparto”, con dirigentes nuevos o figuras caducas es letal para una organización con proyecto estratégico. Porque la urgencia en la conducción del reparto es incapaz de percibir la categoría fundamental del “tiempo” para diferenciarse de las servidumbres territoriales de la táctica. Porque el poder, considerado en su esencia, no está en las cosas, sino en la conciencia de las personas. El tiempo, en definitiva, somos nosotros.
Eso no implica desconocer la utilización de las nociones de tiempo y espacio para medir los hechos operacionales en términos de oportunidad, observación, etapas y períodos de acción. Pero en rigor, la estrategia no termina nunca, y el poder “transcurre” en un presente permanente. Solucionado un problema, el estratega ya se sumerge inmediatamente en otro, en una expresión circular e instantánea propia del movimiento más activo.
Si el tiempo, pues, está en nosotros como especie, la construcción de poder nos trasciende personalmente y se encarna en la maduración de una cultura en la continuidad de las generaciones que la heredan, la asumen y la recrean.
Forma objetiva y forma subjetiva de la estrategia
Clausewitz nos recuerda que la forma objetiva es la “concepción” de la estrategia, pero la forma subjetiva es la “habilidad” en el terreno de acción. En consecuencia, lo creativo del arte facilita su toma de decisiones si se apoya subsidiariamente en un método. Aquí se conjugan factores intuitivos y emotivos con vías de soporte comprensivo, y una capacidad de síntesis para utilizar expeditivamente un gran volumen de información e inteligencia. La atención debe anticiparse al “curso probable” de los acontecimientos. La conducción, por lo demás, es un arte donde prima la ejecución y necesita la observación metódica de la realidad para enfocar la percepción, estimular la imaginación, y aplicar los criterios del liderazgo.
Perón destaca que  “racionalismo y empirismo” van de la mano, porque su tesis reconoce simultáneamente la asociación de ideas de un razonamiento entrenado y los datos sensoriales que va recogiendo la experiencia, que él llama “madre de la sabiduría”. De igual modo, las reflexiones teóricas, el conocimiento de la historia y el manejo del instrumental técnico disponible, hacen al talento de quienes ocupan los puestos de mayor responsabilidad: “el genio es trabajo”.
Secuencia del ciclo metodológico
Este ciclo distingue varios momentos fundamentales, que son:
- Apreciar la situación y resolver. Todo análisis de los factores intervinientes debe culminar en una resolución que vincule organización y escenario estratégico para captar los posicionamientos y dispositivos en presencia. Y la proyección más conveniente de las acciones propias, como oportunidad, volumen, forma, sucesión y duración de las acciones tácticas y operativas que integran una resolución estratégica.
- Planificar la acción inicial e impartir las directivas pertinentes. Momento en que la síntesis obtenida en la resolución, se abre para el aporte de los especialistas del Estado Mayor. De esta manera, se suman los planes complementarios de reorganización, capacitación, comunicaciones y logística. Todo ello con el detalle de instrucciones que ponen el “plan” en “ejecución” por el ejercicio de la autoridad legítima.
- Controlar, por último, la ejecución y realizar la crítica y autocrítica, para aprender de los errores cometidos. A los efectos de la conducción, aquello que no se controla debe considerarse no ejecutado o mal ejecutado, porque la presencia del liderazgo en los lugares de mayor esfuerzo y riesgo, reconoce y corrige procedimientos, mientras da ejemplo personal de coraje y compañerismo.





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