2. La palabra y la función aglutinación-integración
Una idea carece de fuerza si no encarna una imagen
La imagen es la vía
de representación del pensamiento estético. Da lugar a un trabajo guiado por la
medida, la proporción y la armonía; elaborando formas eficaces para reflejar
sentimientos, concepciones y aspiraciones profundas. El centro de la identidad
cultural, precisamente, es un “núcleo ético-estético”, sin el cual no existiría
el don de la palabra política y estratégica.
Se da así la
oposición entre valores y antivalores, despertando las virtudes de equidad,
ecuanimidad y justicia, o su contraparte decadente, redescubriendo una
cosmovisión afirmativa o negativa del “ser nacional” que es causante de la
deformación simbólica y el discurso engañoso de la posverdad. Para nosotros,
emitir juicios propios sin cesar contribuye a expresar y configurar nuestro
sentido de la vida.
El
pensamiento estratégico se hace motivo, causa y necesidad
La actividad
política y estratégica se sustenta en la palabra orientadora, sea hablada o
escrita, para que el pensamiento salga del limbo y se haga “motivo”, “causa” y
“necesidad” de actuar. La palabra, en este aspecto, facilita la transmisión de
argumentos, criterios y propósitos para que la comunicación pueda vencer al
espacio en un despliegue territorial tan extenso como el nuestro.
El
lenguaje es el abrigo y la protección de la conciencia que, sin él, quedaría a
la intemperie y expuesta a la alteración ideológica de los extremos. Por esta
razón, hay que “dar la palabra al ser profundo”, que es su origen, su
experiencia y su finalidad, En su seno anida el impulso de vivir y de transcender,
en lo individual y lo colectivo.
El arte de predicar, persuadir y convencer
Estas son las
condiciones que valorizan el arte de predicar, persuadir y convencer a partir
de nuestras propias convicciones. El “hablar habla” y nos determina en conjunto
con nuestros propios aportes. Siendo fundamental “organizar el diálogo” para
articular las estructuras desde la base con libertad de conciencia. Todos
tenemos que aspirar a un modo conciso y convincente, sin divagaciones, ni
excesos de retórica académica o vulgar.
El propósito último es promover las formas
de acción y los modos de asociación que se inician espontáneamente en la base
social, política y profesional; porque “hablar por hablar” se desvanece, pero
lo dicho con propiedad y solvencia permanece y es parte de la construcción
conjunta.
Perspectiva estética y convicción estratégica
El nivel más alto
de este arte hace confluir la perspectiva estética y la persuasión política,
porque toda verdad ilustrada por la belleza nos atrae y conquista. Razón por la
cual hay que percibir la poesía inscripta en el lenguaje de nuestra cultura, y
los discursos de los grandes maestros. Esta actitud une lo visible a lo
invisible, el entendimiento a la contemplación, y la inteligencia analítica a
la sensación de “inteligencia interior”, clave de los mejores educadores y
militantes de una causa nacional.
Nombrar,
como lo dice el Evangelio, es conocer la esencia de las cosas, para no engañar
ni dejarse engañar en el oficio de las luchas ciudadanas. La elocuencia es una
aptitud necesaria para destacar lo admirable, discernir lo real de lo aparente
y pronunciar en cada caso la palabra exacta que esclarece y une y no la palabra
errónea que confunde y divide.
Se comprende
fácilmente que, cuando se comparte un lenguaje cultural nacional, los
directores políticos, funcionarios diplomáticos y oficiales militares tienen
menos que discutir y más margen para hacer ante una emergencia de conflicto con
un país fragmentado.
El misterio de crear nombrando
El lenguaje es el
verbo que hace posible el misterio de crear por el hecho de nombrar. Esto es
así si incluye una escala de valores de una comunidad en ascenso, porque da
testimonio conductivo de compromiso, credibilidad y confianza. Un mensaje de
estas características ya es acción, y su efecto reflexivo se enriquece con miles
de aportes, ofreciendo una producción colectiva; porque los ejes del pensar son
sólidos. Responden a los de un verdadero liderazgo y no a los de una dirigencia
venal de circunstancias.
La persona existe
cabalmente en presencia de una comunidad de acción. Lo contrario es una suma
inestable de individualidades dispersas, ineptas para acciones tácticas y
sueños estratégicos. Evocar las acciones luminosas del pasado; invocar los
principios actualizados de la doctrina y convocar las acciones de una
proyección y planificación adecuada en el tiempo. He ahí una fórmula simple
para el orador de base.
La estrategia
nacional lo es realmente si abre posibilidades de realización para todos. Su
inventiva se juega en encontrar nuevas alternativas de trabajo y desarrollo. En
la escuela política de las nuevas generaciones éste es el espíritu que debe
prevalecer, contra todo escepticismo, dogmatismo y resentimiento. Porque la
escuela estratégica forma y transforma en orden a su grandes metas.
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El lenguaje estratégico
se expone aquí referenciado a la voz del General Perón con citas de sus apuntes
de historia militar, artículos de política y estrategia y conferencias de defensa
nacional; con la resonancia de su código simbólico pleno de significado en la historia
del Movimiento. Se diferencia pues del vocabulario tecnocrático del “staff” de
los ejecutivos posmodernos.
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