5. La planificación y las previsiones
estratégicas
La esfera de la inteligencia y la esfera de la habilidad
El general
ítalo-suizo Jomini estudió tanto a Napoleón como su contemporáneo Clausewitz,
con la ventaja que lo visitaba periódicamente en sus campañas para recoger
directamente sus lecciones. Él nos dice que la misión de la estrategia, donde
es suprema la inteligencia, consiste en llegar a la situación decisiva en las
mejores condiciones, momento en que le cede lugar a la táctica, que además de
conocimiento requiere habilidad, intuición y buena fortuna para triunfar.
Son tan complejas
las variables de aquel pensar teórico, que un refrán del oficio afirma que
“cuando el hombre planifica, Dios sonríe”. Pero esta combinación
teórico-práctica es eficaz, siempre que no se caiga en un pensar rígido y
absolutista. La estrategia parte del “principio de impulsión”, manteniendo una
organización superior unida, y persistiendo en la presión por los grandes objetivos,
superando las tendencias “tacticistas” y “tecnicistas” que la dispersan en lo
secundario.
La
estrategia, en su acepción adoptada por la comunidad, toma este arte de origen
épico en la edad antigua de la historia. Y llega a nuestros días con lo esencial
de su origen clásico ubicando y desubicando todos los elementos disponibles en
el teatro de operaciones para su mejor conducción.
Entusiasmo y deber de vencer
El estratega rompe
el dilema entre “saber y no poder” y “poder y no saber”, porque allí se manifiesta
la falta de conocimientos o ausencia de la facultad de adaptación e innovación.
La sinergia resultante se crea por el espíritu, se multiplica por el movimiento
y se emplea por la actividad (Leopoldo Lugones decía que lo único inmóvil es la
ignorancia). Subyace pues el entusiasmo y el “deber de vencer”. El ser personal
se identifica con el entramado comunitario, asume poder en conjunto y siente la
responsabilidad que comparte.
No hay acciones
organizadas sin ideas organizadas. Por eso la estrategia genera más estrategia.
Discurso y actividad –lexis y praxis- constituyen de este modo una cohesión de
fundamento con sus argumentos y exigencias. Este pensar avanza en una sucesión
de resoluciones acertadas que requieren autocontrol, disciplina e idoneidad. El
estratega es a la vez, actor y autor, aunque su plan no se escriba de una vez y
para siempre, porque la acción tiene que apoyar a la acción, duplicando la
continuidad en el esfuerzo principal.
El plan, de esta
manera, está inscripto en “el corazón del estratega”, que hará los cambios
adecuados al desarrollo probable de todas las alternativas de los diferentes
escenarios que puedan presentarse para llegar a la meta.
La preparación estratégica y la acción
prematura
La labor de
preparación siempre es esforzada, poco reconocida e ingrata: pero luego se
elogia plenamente en la consecución de la victoria. Los creadores de la
estrategia en China, por ejemplo, enfatizaban que toda acción prematura
ocasiona desastres. Corregir la patología de la improvisación implica poner en
línea el eje del plan, la preparación esencial y la evaluación precisa de la
oportunidad, para ponerlo en marcha en sus etapas sucesivas.
Los “medios”
necesarios tienen que ajustarse al “fin” necesario, en una ecuación equilibrada
de energía idealista y fuerza realista. Es una misma verdad que unifica prever,
movilizar y concentrar. La misión del estratega, que incluye saber comunicar el
pensamiento estratégico, es imperiosa para mantener a todos los integrantes
dentro de sus lazos de pertenencia; y demostrando su compromiso de
participación que la sustenta en la realidad inapelable de los hechos.
En la
formación del carácter del estratega predominan dos axiomas decisivos. Sentir
que “la fe en la victoria la decide” y estar persuadido que la creatividad que
se le exige, surge de la suma de su capacidad de imaginación y su decisión de
buscar siempre la iniciativa.
Metodología y estrategia
Nada se obtiene en
estrategia sino por el cálculo. Este significa descartar el mero “pensar por
pensar” y ordenar el razonamiento hacia la acción, con un sistema de conceptos
definidos, claros y comprensibles. Una creación surgida de la inspiración, la
intuición, la inferencia y la comparación eslabonadas con unidad de propósito.
Y que hace confluir reflexión y expresión por tratarse de un trabajo de equipo
elaborado y ejecutado en conjunto. En consecuencia, hay una metodología que
requiere saber sintetizar para decidir, superando la divagación, la vanidad y
la confusión.
Cada situación estratégica
plantea preguntas esenciales que deben responderse con los análisis, estudios y
apreciaciones propias de un verdadero Estado Mayor. Los objetivos estratégicos
se clasifican en dos grandes partes: los “objetivos positivos” cuando proyectan
nuevos logros, espacios o metas a conquistar; y los “objetivos defensivos”,
cuando sólo tratan de mantener posiciones ya alcanzadas. Un lenguaje apropiado
para señalar siempre la prioridad del impulso decidido de acción.
El espacio
estratégico es el mejor aliado o el peor enemigo, por su influencia en las
operaciones, según el estratega lo conozca, lo domine y lo explote en sus
condiciones para favorecer sus movimientos en el “juego de ajedrez” del arte.
Negarlo sería ingenuo en una lógica de construcción orgánica de poder.
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