jueves, 22 de marzo de 2018

5. LA PLANIFICACIÓN Y LAS PREVISIONES ESTRATEGICAS



5. La planificación y las previsiones estratégicas
La esfera de la inteligencia y la esfera de la habilidad
El general ítalo-suizo Jomini estudió tanto a Napoleón como su contemporáneo Clausewitz, con la ventaja que lo visitaba periódicamente en sus campañas para recoger directamente sus lecciones. Él nos dice que la misión de la estrategia, donde es suprema la inteligencia, consiste en llegar a la situación decisiva en las mejores condiciones, momento en que le cede lugar a la táctica, que además de conocimiento requiere habilidad, intuición y buena fortuna para triunfar.
Son tan complejas las variables de aquel pensar teórico, que un refrán del oficio afirma que “cuando el hombre planifica, Dios sonríe”. Pero esta combinación teórico-práctica es eficaz, siempre que no se caiga en un pensar rígido y absolutista. La estrategia parte del “principio de impulsión”, manteniendo una organización superior unida, y persistiendo en la presión por los grandes objetivos, superando las tendencias “tacticistas” y “tecnicistas” que la dispersan en lo secundario.
La estrategia, en su acepción adoptada por la comunidad, toma este arte de origen épico en la edad antigua de la historia. Y llega a nuestros días con lo esencial de su origen clásico ubicando y desubicando todos los elementos disponibles en el teatro de operaciones para su mejor conducción.
Entusiasmo y deber de vencer
El estratega rompe el dilema entre “saber y no poder” y “poder y no saber”, porque allí se manifiesta la falta de conocimientos o ausencia de la facultad de adaptación e innovación. La sinergia resultante se crea por el espíritu, se multiplica por el movimiento y se emplea por la actividad (Leopoldo Lugones decía que lo único inmóvil es la ignorancia). Subyace pues el entusiasmo y el “deber de vencer”. El ser personal se identifica con el entramado comunitario, asume poder en conjunto y siente la responsabilidad que comparte.
No hay acciones organizadas sin ideas organizadas. Por eso la estrategia genera más estrategia. Discurso y actividad –lexis y praxis- constituyen de este modo una cohesión de fundamento con sus argumentos y exigencias. Este pensar avanza en una sucesión de resoluciones acertadas que requieren autocontrol, disciplina e idoneidad. El estratega es a la vez, actor y autor, aunque su plan no se escriba de una vez y para siempre, porque la acción tiene que apoyar a la acción, duplicando la continuidad en el esfuerzo principal.
El plan, de esta manera, está inscripto en “el corazón del estratega”, que hará los cambios adecuados al desarrollo probable de todas las alternativas de los diferentes escenarios que puedan presentarse para llegar a la meta.
La preparación estratégica y la acción prematura
La labor de preparación siempre es esforzada, poco reconocida e ingrata: pero luego se elogia plenamente en la consecución de la victoria. Los creadores de la estrategia en China, por ejemplo, enfatizaban que toda acción prematura ocasiona desastres. Corregir la patología de la improvisación implica poner en línea el eje del plan, la preparación esencial y la evaluación precisa de la oportunidad, para ponerlo en marcha en sus etapas sucesivas.
Los “medios” necesarios tienen que ajustarse al “fin” necesario, en una ecuación equilibrada de energía idealista y fuerza realista. Es una misma verdad que unifica prever, movilizar y concentrar. La misión del estratega, que incluye saber comunicar el pensamiento estratégico, es imperiosa para mantener a todos los integrantes dentro de sus lazos de pertenencia; y demostrando su compromiso de participación que la sustenta en la realidad inapelable de los hechos.
En la formación del carácter del estratega predominan dos axiomas decisivos. Sentir que “la fe en la victoria la decide” y estar persuadido que la creatividad que se le exige, surge de la suma de su capacidad de imaginación y su decisión de buscar siempre la iniciativa.
Metodología y estrategia
Nada se obtiene en estrategia sino por el cálculo. Este significa descartar el mero “pensar por pensar” y ordenar el razonamiento hacia la acción, con un sistema de conceptos definidos, claros y comprensibles. Una creación surgida de la inspiración, la intuición, la inferencia y la comparación eslabonadas con unidad de propósito. Y que hace confluir reflexión y expresión por tratarse de un trabajo de equipo elaborado y ejecutado en conjunto. En consecuencia, hay una metodología que requiere saber sintetizar para decidir, superando la divagación, la vanidad y la confusión.
Cada situación estratégica plantea preguntas esenciales que deben responderse con los análisis, estudios y apreciaciones propias de un verdadero Estado Mayor. Los objetivos estratégicos se clasifican en dos grandes partes: los “objetivos positivos” cuando proyectan nuevos logros, espacios o metas a conquistar; y los “objetivos defensivos”, cuando sólo tratan de mantener posiciones ya alcanzadas. Un lenguaje apropiado para señalar siempre la prioridad del impulso decidido de acción.
El espacio estratégico es el mejor aliado o el peor enemigo, por su influencia en las operaciones, según el estratega lo conozca, lo domine y lo explote en sus condiciones para favorecer sus movimientos en el “juego de ajedrez” del arte. Negarlo sería ingenuo en una lógica de construcción orgánica de poder.




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