miércoles, 13 de julio de 2016

32. NECESIDAD DE CONCERTAR FINES Y VALORES



Primera vuelta electoral

32. NECESIDAD DE CONCERTAR FINES Y VALORES

Una crisis histórica debe cumplir su finalidad, marcando el fin de una época y el principio de otra. Requiere una gran visión para transformar el continuo: concepción-procedimiento-resultado en la dinámica de una sociedad, logrando una nueva síntesis creadora que abra perspectivas para todos. Luego, no se resuelve con discursos retóricos, ni se agota en un electoralismo excesivo que multiplica comicios y candidaturas hasta la confusión, afectando la funcionalidad y credibilidad del sistema democrático.

La pérdida de identidad de los partidos tradicionales, disueltos en varios “espacios” de oportunidad y oportunismo, acusa la ausencia de autenticidad y compromiso que puede presagiar una contención efímera; lo cual se suma al voluntarismo de los nuevos partidos, sin mayor asentamiento todavía en el territorio donde se aventuran. En este sentido, la crisis del milenio no está saldada, a pesar de los años de crecimiento económico, ya frenado; porque el problema argentino es el subdesarrollo institucional, premeditado o consentido, para perpetrar el clientelismo, el feudalismo, y la corrupción.

Las elecciones previas de nivel provincial alentaron suspicacias sobre encuestas “erradas” o mal intencionadas; trampas comiciales; operaciones fraudulentas; violencia política con delincuencia común, represión con policía feudalizada; y el “todo vale” en el aferramiento extremo a cargos públicos transitorios. Anomalías que redujeron el proceso de “elección” a un esquema de “opción”.

Con esta condición de sospecha se concurrió a la primera vuelta electoral, luego de una campaña larga, tediosa y sin fervor visible. Hay que rescatar, sin embargo, este comicio atípico, interpretando que al plasmar el deber y el derecho de votar, afirmó la democracia y defendió la república, destacando los pilares de nuestro poder constituyente, clave del ser nacional. La contienda se libró de todos modos a medias, por los prejuicios y divisiones internas de los sectores, entre un semi-oficialismo y una semi-oposición, determinando una semi-elección que hay que completar ahora.

Como, de una forma u otra, el proceso “electivo” está planteado, la vía para dirimirlo es un proceso “selectivo”, proponiendo una instancia de unión nacional proclive al diálogo, el consenso y la persuasión. Una convocatoria amplia del mérito y la idoneidad para realizar políticas de estado con hombres de estado y no políticas facciosas con referentes mediocres: ya que resulta totalmente impensable construir un marco adecuado de estabilidad y gobernabilidad, sin concertar previamente en lo político y social las grandes reformas pendientes.

Cabe agregar dos factores que acotarían aún más el radio de acción de un eventual gobierno sin  estrategias compartidas. Es el agotamiento de la paciencia social, ante los dirigentes profesionales que no saben que hacer con “la política”, y la confunden con el relato ideológico, la exhortación tecnológica o la homilía “buenista”.

El otro factor es la reticencia de ciertos funcionarios “populistas” para entregar el mando naturalmente, al ritmo de la alternancia democrática. Manifestación elocuente de una codicia de poder como pecado capital de quienes sobreestiman su rol individual, creyéndose eternamente dueños de la cima. Con arrogancia, declinan las virtudes que sólo consagra la humildad; pues en la comunidad todos somos necesarios, pero ninguno imprescindible. [27.10.15]



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